Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Si somos animales, ¿por qué nos ofendemos cuando nos llaman animales?

animal animales humanos humanidadUn estudiante planteó esta pregunta, citando a Stanislaw Jerzy Lec:

«Si un animal matara intencionalmente, ¿sería un acto humano?»

En otras palabras, los animales matan por instinto, para satisfacer sus necesidades de supervivencia, sólo el hombre puede hacerlo intencionalmente, más allá de la necesidad de supervivencia. ¿Por qué la gente considera que el término “animal” es ofensivo y despectivo?

Porque aún no entendemos nuestro lugar en la naturaleza ni que debemos tener la intención consciente de desarrollar y cumplir nuestro destino. Ser humano, no es sólo caminar erguido, pensar o crear. Es elevarse por encima de la naturaleza instintiva que ata a los animales, para usar la capacidad única que tenemos –nuestra libre albedrío– para crecer conscientemente.

Podemos elegir menospreciar, humillar e incluso matar a los demás o elevarnos por encima de los deseos egoístas de beneficio personal a expensas de los demás y cuidarlos como nos cuidamos a nosotros mismos. Esa es la diferencia clave entre los humanos y los animales.

A pesar de nuestra gran inteligencia y de los avances tecnológicos, podemos actuar peor que los animales. Un animal no mata por placer personal, actúa para sobrevivir. ¿Y los humanos? Los humanos pueden destruir, despreciar y dañar a los demás simplemente por la sensación momentánea de superioridad y satisfacción.

Ser un verdadero humano, es elevarse por encima de la naturaleza egoísta, es descubrir las leyes de la naturaleza (leyes de amor, otorgamiento y conexión) y alinearse con ellas. La más general de estas leyes es “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Cuando vivimos de acuerdo con esa ley, nos alineamos con la fuerza misma que sostiene y desarrolla la vida misma.

Por supuesto, el camino para alinearnos con las leyes de la naturaleza no es fácil. Al principio, podemos elegir hacer bien a los demás, sólo porque nos sentimos bien. Y aunque es un paso adelante, aún es egoísta, porque ayudamos a los demás, sólo para satisfacción propia.

Convertirse en un verdadero ser humano, comienza cuando ya no actuamos en beneficio propio, sino para ser semejante a la cualidad de amor y otorgamiento de la naturaleza: dar y amar sin esperar nada a cambio. Este cambio de intención es el cambio que nos eleva; de ser animales a convertirnos en humanos en el sentido más pleno del término.

Así, logramos percibir y sentir a los demás, no como medios para nuestro placer, sino como parte de un todo único e interconectado, sentimos a los demás como nos sentimos a nosotros mismos. Cuando alcanzamos este estado, logramos la sensación de vida de armonía, paz y felicidad. Entramos en un sentimiento común con la naturaleza misma, que es el propósito de nuestra existencia y evolución como seres humanos.

Por eso, dejar de ser animales y elevarnos por encima de ese estado animal, para convertirnos en humanos, implica elevarnos por encima del deseo egoísta innato de beneficio personal a expensas de los demás, desarrollar amor por encima del odio, unidad por encima de la división y dar a los demás por encima de recibir para nosotros mismos. Así, entramos en alineación con las leyes de amor, otorgamiento y conexión de la naturaleza. Por eso, Adam -humano en hebreo-, viene de la palabra Domeh (similar), de la frase “seré como el Altísimo” (Domeh LeElyon). 

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