¿Qué es la felicidad? ¿deberíamos centrarnos en hacer felices a los demás o a nosotros mismos? Esto me recuerda una conocida parábola de un anciano que pescaba todos los días en el río. Un día, pescó un pez dorado que prometió cumplirle un deseo. El anciano deseó que todos los habitantes de su pueblo fueran felices. El pez le concedió su deseo. Pero, cuando regresó al pueblo, descubrió que todos estaban tan ocupados con su nueva felicidad, que se habían olvidado por completo de él.
¿Felicidad es centrarse en los demás o en comprender, qué nos hace felices? La felicidad comienza por comprender lo que realmente significa. Para algunos, felicidad puede ser, no tener limitaciones: juventud, riqueza, salud y energía infinita. Para otros, puede ser, aceptar y comprender sus limitaciones. Cuando vivimos en armonía con lo que tenemos, en lugar de anhelar más, sentimos sensación de perennidad.
Así que, sí, puedes (y debes) desear tu propia felicidad. Eso no te hace egoísta. Al contrario, te permite comprender verdaderamente la felicidad, para que puedas desear sinceramente lo mismo para los demás.
Pero aquí está el truco: entrometerse en la vida de otros, tratar de hacerlos felices, puede llevarnos a consecuencias no deseadas. Podrías pensar: “Seré feliz si los demás son felices”, pero puede ser muy egoísta. La verdadera felicidad no es controlar ni influir en los demás, sino vivir tu propia vida con sencillez, sin compararla con los logros de otros.
Tomemos el ejemplo de los padres que invierten todo en la felicidad de sus hijos, sólo para sentirse abandonados cuando sus hijos persiguen su propia vida. ¿Es correcto que los padres reprochen a sus hijos? No. No es razonable culparlos. Los padres deben aceptar el flujo natural de la vida. Mi maestro solía decir, acerca de las relaciones padres y niños en crecimiento: “Cállate la boca y abre el bolsillo”. En otras palabras, cuida a tus hijos, dales lo que necesitan, pero no te apegues a ellos. Esto ocurre a partir de los 14 años aproximadamente, cuando conviene empezar a distanciarnos paulatinamente, darles espacio para que crezcan de forma independiente.
En definitiva, desear la felicidad de los demás, debe partir de comprender qué es la felicidad para uno mismo y para los demás, no en un enfoque egoísta en el que ponemos como condición que “sólo seré feliz, si ellos son felices”.
Excelente reflexion, doctor Laitma. Voy a parar de sufrir y ser feliz.