Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

¿Cuál es el propósito de haber nacido?

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En principio, no es claro para qué nacimos. No vemos principio ni fin verdaderos. Percibimos sólo el nivel animal: el cuerpo nace, sufre, disfruta un poco y muere. Así vive y muere la mayoría de la gente, sin siquiera levantar la cabeza por encima de esta existencia fugaz.

Si no podemos superar esta perspectiva, simplemente no podemos comprender el significado de la vida. Toda nuestra historia se convierte en un ciclo plano y repetitivo: nacimiento, sufrimiento, muerte, una y otra vez, generación tras generación.

Pero, si queremos y logramos elevarnos, todo cambia. Dejamos de vivir según el instinto y deseos del cuerpo físico, nos desapegamos y nos elevamos por encima de ellos. Sólo así empezamos a sentir lo que nos exige nuestra alma.

Así, la fórmula «nacimiento, sufrimiento y muerte» se transforma en: «nacimiento», inicio del proceso para superar el ego; «sufrimiento», el combustible de la transformación; es decir, el dolor de la separación de nuestros deseos egoístas innatos, que nos impulsan a ascender. Comenzamos a percibir la realidad no en la recepción, como en el cuerpo físico, sino en otorgamiento, como en la espiritualidad. Es decir, en amor, otorgamiento y conexión positiva con los demás, gracias a la responsabilidad mutua descubrimos la vida verdadera, eterna y perfecta que se esconde tras lo que ahora llamamos «vida».

Aunque, por un lado, es amargo entender que la fórmula terrenal es simplemente «nacimiento, sufrimiento y muerte». Por otro lado, sin este camino doloroso y limitado, jamás descubriríamos el otro. Sin sentir la dura y desoladora realidad en la que existimos, jamás anhelaríamos algo superior. Nunca buscaríamos, despertar ni cambiar. La naturaleza nos dio este camino no para castigarnos, sino para guiarnos y darnos algo que superar.

Ha sucedido durante milenios. Nuestra historia está llena de incontables volúmenes de sufrimiento y esfuerzo. Pero, al final, ¿qué son esos registros? No son nada comparados con que, subyacente a la historia que percibimos con los sentidos corporales, hay almas en evolución. Cada vida, cada lucha y pregunta, es un paso más hacia el despertar del alma para desarrollar similitud y cercanía con las leyes de la naturaleza que nos crearon y nos sustentan.

Nacimos para vivir, nada menos, que una vida eterna y perfecta. Ese es nuestro propósito. No para arrastrarnos por una vida breve y desaparecer, sino para, consciente y voluntariamente, con nuestro propio esfuerzo, ascender al estado espiritual eterno. 

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