
La tierra de Israel pertenece a quien se adapta a ella.
¿Qué significa y cómo funciona? Según la sabiduría de la Cábala, “tierra” (en hebreo: Eretz) es deseo (Ratzon), es la materia o sustancia misma de la creación. Por eso, tierra de Israel se refiere al deseo que va directo a la fuerza superior de amor, otorgamiento y conexión, llamada «Creador», la palabra «Israel» viene de la conexión de dos palabras: Yashar El “directo a Dios». Es un deseo que podemos desarrollar, que anhela amar, dar y conectarse positivamente, igual a la cualidad de amor, otorgamiento y conexión del Creador.
No percibimos este deseo en nuestros sentidos corporales innatos: vista, olfato, tacto, oído y gusto. Pues es la cualidad espiritual de amor, otorgamiento y conexión que existe por encima de nuestra sensación corporal, es decir, por encima del deseo de recibir sólo en beneficio propio. Este estado espiritual proyecta una sombra en nuestro mundo, un reflejo que se materializa como tierra física con fronteras, terreno, clima e historia. Cábala explica que la fuerza espiritual tiene una huella física en forma de personas, lugares y eventos en nuestro mundo, porque todo existe en un solo sistema.
Por eso, si vivimos según las leyes espirituales de amor, otorgamiento y conexión, sentiremos bendiciones, abundancia y paz, incluso aquí en la Tierra física de Israel. Pero si rechazamos estas leyes y vivimos en odio y división, si servimos principalmente a los impulsos egoístas y divisivos, la tierra nos rechaza. Como está escrito: «La tierra los vomitará» (Levítico 18:28).
¿No es exactamente lo que estamos viendo? Hace 70 años, regresamos físicamente a la tierra, pero espiritualmente, no nos adaptamos a ella. No nos adaptamos a la cualidad interior de la tierra ni nos adaptamos a las leyes de amor mutuo y otorgamiento.
¿Por qué esta tierra áspera responde a algo tan intangible como amor u odio? Porque las fuerzas espirituales actúan en todos los niveles de la realidad: inanimado, vegetal, animal y humano. La naturaleza absorbe nuestro estado interior. Reacciona a nuestras intenciones. La tierra misma «siente» si nos relacionamos con los demás con actitud de unidad o de rechazo.
Si bien sabemos que, físicamente, la tierra está construida con átomos y moléculas, bajo ella yace una infraestructura espiritual, una matriz de deseos e intenciones. Cada deseo tiene una estructura: cinco niveles, cada uno con su intención correspondiente. Cuando dirigimos nuestros deseos hacia el exterior para beneficiar a los demás, despertamos a la naturaleza para que responda positivamente a esa intención, como la fuerza que trae armonía y paz.
Pero la humanidad aún no madura espiritualmente. Nuestro deseo de dar no se ha desarrollado plenamente, como resultado, el conflicto y el sufrimiento persisten, especialmente en la tierra de Israel. ¿Por qué? Porque el ser humano, Adam en hebreo, aún no ha alcanzado el estado de ser Domeh LeElyon, es decir, «similar al Altísimo». Hasta que logremos semejanza con la fuerza superior, con el Creador, con las leyes altruistas e integrales de la naturaleza —que en Cábala se les llama indistintamente—, influimos en la naturaleza con nuestro ego corrupto y la naturaleza nos devuelve ese desequilibrio.
El cabalista Yehuda Ashlag (Baal HaSulam) escribió en la década de 1940 que, así como la tierra se formó gracias a la lucha entre fuerzas opuestas, la humanidad también está en constante conflicto. Sin embargo, mientras los niveles: inanimado, vegetal y animal están en equilibrio, los seres humanos proyectan su desequilibrio egoísta sobre el sistema, eso explica las innumerables formas de sufrimiento en el mundo. ¿Qué debemos hacer como humanos? Debemos convertirnos en humanos en el sentido más amplio de la palabra, ser Adam, el ser que se asemeja al Creador. ¿Cómo lo logramos? Desarrollando amor por los demás, superando la recepción egoísta y adoptando un modus operandi altruista, donde prosperen nuestras conexiones: responsabilidad, preocupación, apoyo y estímulo mutuos. Así sentiremos una nueva realidad. Veremos el mundo de forma diferente, en armonía y paz, no porque el mundo cambie, sino porque nosotros cambiamos.
En este mundo, principalmente sentimos fuerzas negativas. Las fuerzas positivas de amor, otorgamiento y conexión son escasas, generalmente limitadas a las relaciones familiares e instintivas. Pero si, gracias a la unidad, aprendemos a despertar la fuerza positiva, podremos lograr equilibrio en todo el sistema. Cuando suceda, todos los niveles de la naturaleza —inanimado, vegetal, animal y humano— estarán en armonía.Y ¿por qué se nos devolvió esta tierra después de 2,000 años de exilio? No fue simplemente para poseerla. Fue con el propósito de corregirnos en ella. Corregirnos es pasar por un proceso de cambio, de nuestro egoísmo innato, al altruismo, que nos eleva al nivel humano, el nivel de Adam, donde entramos en equilibrio con la naturaleza, en otras palabras, en semejanza con el Creador. El regreso es una oportunidad. Pero el tiempo es limitado. Si no logramos corresponder a la cualidad interna de la Tierra de Israel, nos rechazará de nuevo.