Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Bomba de relojería social en Europa, el mundo seguirá

Europa bomba de relojería

La ira y la frustración irrumpieron en las calles de Europa. Las protestas anti cierres y los enfrentamientos violentos entre manifestantes y policía, se presentaron en varias ciudades, incluidas Alemania y España, sin embargo, fueron particularmente violentas y generalizadas en Italia. Se impusieron más restricciones para negocios y reuniones, en un nuevo esfuerzo por contener esta incontenible pandemia. La gente reacciona por su sensación de agobio y desesperación. El mundo enfrenta nuevos desafíos y no se resolverán con medidas financieras ni sanitarias, requerirán ajustes en el entorno de las relaciones humanas.

Alemania y Francia, dos de las principales economías europeas, anunciaron nuevos cierres, por lo menos durante cuatro semanas, en respuesta a la cifra récord de nuevos contagios. A medida que el virus se propaga sin control, las autoridades fallan al querer abordar la crisis de manera efectiva, ¿A dónde no llevará esto? Dado que la gente no ve solución en el horizonte, se espera que los disturbios se propaguen rápidamente en el mundo, en cada ciudad, país y continente. La gente se organizará en su sociedad, de acuerdo con su experiencia y angustia, para expresar su enojo, incluso en culturas que tradicionalmente son más moderadas, como los países escandinavos.

Es fácil comprender lo que está dando vueltas en la mente de la gente. El hombre por naturaleza, siempre ve hacia adelante, para anticipar su posición en el futuro, qué le sucederá y hacia dónde le llevará la vida. Pero dentro del predicamento de esta persistente y volátil plaga, nadie sabe qué esperar del mañana. El presente está lleno de incertidumbre y sufrimiento, por eso hay una amarga sensación, no sabemos lo que nos depara el futuro. Al salir en masa a la calle, al menos, es posible liberar la tensión y experimentar descanso al sentir solidaridad con los demás, aunque se sabe que no importa lo fuerte que griten en plazas, esquinas o calles de la ciudad, nadie realmente escucha.

En otras palabras, en lo más profundo, incluso si no es conscientemente, el principal tema radica en el anhelo de unidad que hay en los manifestantes.

Están dispuestos a ir a la cárcel por quebrantar la ley, pues piensan que compartir y tener acciones comunes que den fruto, vale más que las consecuencias. La participación comunitaria da sentido, importancia y significado a la vida. Podemos concluir que el problema y la enfermedad, están ligados al sentimiento de soledad, al deseo de superación distorsionado, incitado por una cultura de cientos de años de competencia despiadada, de crecimiento económico irreflexivo y desarrollo a expensas de la conexión cálida entre la gente.

El coronavirus es una fuerza, aunque biológica, que provocó grandes cambios. El virus nos ayuda a comprender que vivimos en una sociedad integral y anhelamos una buena conexión. La separación entre nosotros y con el sistema natural, nos dio un gran golpe. El coronavirus es sin duda el resultado directo de nuestra segregación. La ira en las calles es sólo un síntoma de nuestra profunda necesidad de comunicación. El remedio para el sufrimiento y el dolor de la humanidad radica en la conexión.

Los cambios de opinión sobre las perspectivas de una vacuna tan esperada no ayudan a calmar los nervios de la humanidad. Pero incluso si se descubre, los problemas sociales persistirán y prevalecerán. Los rescates financieros siempre se considerarán insuficientes. Así, la única solución real es curar nuestras quebrantadas relaciones humanas, que son la causa fundamental de los problemas del mundo. La naturaleza seguirá influyendo en nosotros, de tal forma, que nos obligará a entender esta verdad y a buscar una conexión genuina, que será la única fuerza que puede neutralizar a todas y cada una de las amenazas que enfrentemos.

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