
Hoy en día, la palabra «independencia» está en todas partes, en referencia a países independientes, repúblicas y medios de comunicación. La oímos de todos los lados de los conflictos, de la derecha y la izquierda, de individuos y naciones por igual. La independencia se ha convertido en un ideal universal. Sin embargo, pocos se dan cuenta de que el verdadero significado de la independencia es todo lo contrario de lo que el mundo entiende.
Entonces, ¿qué significa realmente la independencia?
En el lenguaje común, la independencia significa proteger las propias fronteras, afirmar el derecho a vivir sin interferencias y tener la capacidad de construir un mundo propio. Pero esto es una ilusión. En la realidad actual, todos dependemos unos de otros. Nadie puede vivir en aislamiento. Si quisiéramos una independencia completa, tendríamos que huir al desierto y sobrevivir por nuestra cuenta. Pero incluso entonces, solo nos condenaríamos a una vida de penurias.
La idea de que «nadie me dicta cómo vivir» también se derrumba al examinarla. ¿Cómo crearíamos o mantendríamos esa independencia sin la cooperación de otros? Es imposible. En el mundo moderno, un país solo puede prosperar cuando está conectado con otros mediante lazos positivos y mutuamente beneficiosos. De lo contrario, se enfrenta al aislamiento, la humillación y el declive.
Podemos insistir en exigir independencia, pero la verdadera exigencia debe dirigirse hacia el interior, hacia nosotros mismos. Solo si logramos construir conexiones humanas positivas, paz y asistencia mutua en contra de nuestra naturaleza egoísta, puede surgir una verdadera independencia.
Hoy, cada conexión entre países, cada alianza, no se forma por buena voluntad genuina, sino por interés propio. Cada parte intenta beneficiarse a sí misma a expensas de los demás. No podemos crear nada verdaderamente beneficioso para todos mientras permanezcamos esclavizados por nuestro egoísmo —nuestros deseos orientados a disfrutar a costa de otros—.
La sabiduría de la Cabalá define la verdadera independencia como la liberación de nuestro egoísmo. La independencia no significa pensar en nosotros mismos y en nuestro beneficio. Significa elevarnos por encima de nuestra naturaleza y pensar en los demás. Al construir relaciones positivas con otros, al esforzarnos al máximo por cuidar de los demás, descubrimos la verdadera independencia.
¿Pero acaso no deberíamos pensar en nosotros mismos en absoluto? No, no deberíamos. Ya existimos como resultado de las actitudes de otros hacia nosotros. Nuestro bienestar es consecuencia de las conexiones que construimos con los demás. Nuestro primer pensamiento no debería ser cómo nos tratan los demás, sino cómo podemos cuidar de ellos.
Por supuesto, en el mundo actual esto parece imposible. Si tratamos bien a los demás, podrían explotarnos, despedazarnos y dejarnos sin nada. Nuestra sociedad, al fin y al cabo, está construida sobre la depredación, no sobre el cuidado mutuo. Por eso la solución a este dilema no es simplemente la buena voluntad personal, sino una transformación colectiva de la naturaleza humana.
¿Es realista esta visión? Por nosotros mismos, no. El ser humano por sí solo no puede cambiar su naturaleza. Pero cuando comprendamos que no existe otra solución, cuando reconozcamos el callejón sin salida de nuestro egoísmo, despertaremos una nueva fuerza dentro de la naturaleza: la del otorgamiento, la conexión y el amor, que puede elevarnos por encima de nosotros mismos.
Si no pasamos por este cambio, estamos condenados a un sufrimiento creciente: guerras, devastación y decadencia generacional. La elección es si seguimos por el camino de la destrucción o nos abrimos a la ayuda que la propia naturaleza nos ofrece.
Finalmente, llegaremos a esta comprensión, aunque se sienta como si nos arrancaran la piel, porque superar nuestro ego es como la muerte para él. Aun así, existe un camino pacífico y consciente. Al estudiar nuestra naturaleza y la fuerza superior de la naturaleza que puede corregirnos, podemos colocarnos bajo su influencia y dejar que nos transforme de pequeños depredadores crueles en grandes seres bondadosos.
Actualmente estamos desarrollándonos hacia esta comprensión, pero a través de la dificultad. Aun así, veo esperanza. Hoy, tanto las fuerzas positivas como las negativas se están volviendo más claras. Están surgiendo oportunidades para hablar abiertamente, para despertar corazones. Estamos empezando, aunque tenuemente, a vislumbrar el sistema de fuerzas que nos gobierna.
Confío en que podamos formalizar este conocimiento, entenderlo y actuar en consecuencia. De lo contrario, llegaremos igualmente a la misma conclusión, pero solo después de un sufrimiento indescriptible. No necesitamos caer completamente en el abismo. Basta con verlo desde lejos y tener el suficiente temor como para cambiar de rumbo. Espero que tengamos la sabiduría para hacerlo.