
Podemos medir la espiritualidad por la importancia que le atribuimos. En el mundo material, medimos todo con medidas físicas, como volumen, distancia y peso, pero en el mundo espiritual, estos parámetros no existen. Ahí, todo se mide por el significado emocional y perceptual que le asignamos. Es decir, el peso o magnitud de un objeto espiritual, se determina por la importancia que le damos.
La persona que alcanza espiritualidad, el cabalista, no disfruta por los dones que recibe, sino de la importancia de quien los da. La experiencia de la espiritualidad no reside en el objeto ni en el placer en sí, sino en reconocer su origen. Por ejemplo, si alguien recibe una simple taza de café, su valor no reside en el café en sí, sino en quién lo dio y la intención con la que lo preparó. Si una gran persona lo regala, el café tiene un significado inmenso. Lo mismo ocurre con el Creador, cuando comprendemos que todo lo que recibimos viene de Él, de la fuerza superior de amor, concesión y conexión, nuestra experiencia deja de centrarse en el objeto para centrarse en la importancia de quien nos lo da, del Creador.
Por eso, la espiritualidad comienza desarrollando el sentido de la importancia de quien nos da. Mientras más valor le atribuimos al Creador, más nos elevamos por encima de la percepción material y entramos en una nueva dimensión de la existencia. Cuando empezamos a valorar la importancia de la fuente de la vida, pasamos del mundo material al mundo espiritual. En la espiritualidad, en lugar de medir las experiencias en términos materiales, construimos nuestro mundo interior sobre la grandeza de quien nos da.
Pero debe haber una chispa inicial, un placer mínimo, un llamado «gramo de luz», que entra en nuestra percepción. Esta es la base sobre la que construimos la conciencia de la importancia del Creador. En nuestro mundo, todo lo que sentimos —ya sea un momento de alegría, amor, éxito o incluso un simple acto de bondad— es sólo un pequeño fragmento de luz de la fuente. Nuestra tarea es determinar dónde se origina y desviar nuestra atención del placer mismo hacia quien nos lo dio.
El método para cultivar esta conciencia existe dentro de un marco estructurado, el grupo cabalista o como lo llamamos “decena». Cuando el grupo se reúne con intención de buscar la fuente de vida, se ayudan mutuamente a desarrollar la percepción necesaria para revelar la presencia del Creador, es decir, la presencia de la fuerza superior de amor, concesión y conexión. Así como una mujer embarazada empieza a notar cochecitos de bebé por todas partes o alguien que busca comprar un coche en particular, lo ve con más frecuencia, nuestra percepción se guía por nuestros deseos. Si deseamos conocer y sentir al Creador, comenzamos a notar su presencia en cada aspecto de nuestra vida.
La razón por la que la mayoría no percibe al Creador es porque no lo valora. Sólo valora lo que les beneficia directamente. Por eso, a lo largo de la historia, la gente ha venerado las ganancias materiales y busca bendiciones de riqueza, salud y éxito. Sin embargo, la espiritualidad no implica rezar para recibir algo. Implica desarrollar la cualidad de amor y generosidad. Si cultivamos amor y generosidad hacia los demás, gradualmente comenzaremos a sentir al Creador, pues Él es la encarnación suprema de estas cualidades.
El Creador no está directamente ante nosotros, nos rodeó de otros y nos da un espacio donde podemos desarrollar nuestra capacidad de amor y conexión Al tratar a los demás con cuidado y respeto, nos entrenamos para relacionarnos con el Creador de la misma forma. Por eso, la sabiduría de la Cábala enseña que el amor al Creador comienza con el amor al prójimo.
Pero, este cambio no es fácil. Requiere una reorientación fundamental: dejar de valorar las posesiones materiales para valorar las relaciones y las intenciones. Imagina una gran boda llena de figuras distinguidas, pero los niños que corretean por ahí, ignoran su importancia. De igual modo, cada día, pasamos junto a innumerables personas sin reconocer su valor. El desarrollo espiritual exige que desarrollemos la capacidad de apreciar, no las cosas materiales, sino las relaciones y en última instancia, nuestra relación con el Creador.



Esto es maravilloso y Glorioso! Gracias a nuestro amado Creador,Fuente de TODO
La espiritualidad no se mide por objetos ni placeres materiales, sino por la importancia que damos a su origen: el Creador. Al reconocer que todo lo que recibimos proviene de la fuerza superior de amor y conexión, aprendemos a valorar más la intención que el beneficio. Este cambio de enfoque del objeto al Dador se cultiva en la relación con los demás y en el trabajo en grupo, pues el amor al prójimo es el camino hacia el amor al Creador.