Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

¿Por qué hacemos reír a Dios con nuestros planes?

planes reir DiosHay un chiste sobre un hombre que le preguntó a Dios: “Señor, ¿Cuál es la mejor forma de hacerte reír?”. Dios respondió: “Cuéntame tus planes”. Y queda la pregunta: ¿por qué nuestros planes hacen reír a Dios?

Porque cuando hacemos planes, pensamos que estamos por encima de los acontecimientos de la vida, como si pudiéramos planear un futuro que ya está determinado por Dios. Es arbitrario y por eso, nuestros planes Le hacen reír. En otras palabras, desde la perspectiva de la fuerza superior –la fuerza que llamamos “Dios”, “Creador” o “Naturaleza”, que está más allá de nuestro intelecto y emociones, que los creó, desarrolla y planea cada detalle de la realidad– que nosotros pensemos que podemos hacer planes fuera o diferentes al plan que ya está en marcha es, en verdad, una noción ridícula.

Por otro lado, constantemente hacemos planes para el futuro, incluso simplemente unas vacaciones para el verano o las tareas que tenemos que hacer un día determinado. Si tuviéramos una visión más profunda de la realidad, veríamos que no podemos programarnos para el futuro. Hacerlo, como dijo Woland, requiere que sepamos lo que sucederá al menos en 1,000 años. Por eso, yo diría que no debemos hacer planes.

¿Y podemos vivir sin planes? Podemos vivir sin planes si los dejamos de lado y aceptamos los planes del nivel superior. ¿Qué planes son esos? ¿con qué plan viviremos? Viviremos según el plan de la naturaleza superior, del Creador, de la fuerza única de amor, otorgamiento y conexión que ya planeó toda nuestra existencia.

Podemos imaginar que sólo queremos estar en estrecho contacto con esta fuerza. Un «plan» así no hace reír a Dios. Podemos organizarnos para desear entrar en ese contacto, sin darle importancia a lo que realmente sucede, porque nos aferramos a la fuerza causa de nuestra vida, que está más allá de nuestros planes, pensamientos y emociones. En ese estado, tampoco tenemos interés en conocer los planes del Creador. Simplemente nos entregamos a Él y dejamos que el plan superior de la naturaleza nos guíe. Es decir, entramos en total acuerdo.

Así, Dios no se ríe de nuestros planes, sino que se regocija en la forma en que deseamos conectarnos con Él. Nuestros planes siempre están conectados con nuestro orgullo, nos separamos como entidades individuales, aparentemente fuera del gobierno del Creador. En definitiva, el Creador quiere que eliminemos esa capa de orgullo, porque, en gran medida, limita el grado en el que, realmente podemos percibir, sentir y deleitarnos en la realidad que Él creó. Necesitamos darnos cuenta de que el orgullo propio (ego individual que nos da la percepción de separación, parcialidad y fugacidad) es una cualidad que nos hace mal.

En una era caracterizada por el desmoronamiento de los planes de cada vez más personas, la capacidad de lidiar con esas dificultades, depende de que podamos prepararnos para que nuestros planes no se materialicen y que tendremos que cambiarlos por el plan de Dios. Al hacerlo, realmente podremos disfrutar de una vida de armonía y paz.

En otras palabras, hacemos planes, pero al final, lo que sucede es de acuerdo con el deseo del Creador. Necesitamos hacer planes, pero también debemos convencernos de que lo que se materializará es el plan del Creador y no el nuestro. El mensaje útil que se nos da para planear la vida es que, hagamos lo que consideremos más conveniente, pero sabemos que el resultado será el que el Creador decida. Por eso,  a cada plan que hagamos en la vida, deberíamos agregar “si el Creador quiere”.

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