Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

La epidemia de la soledad

soledad epidemiaHace un tiempo, el Comisionado de Salud de EUA publicó un artículo titulado; Nuestra epidemia de soledad y aislamiento. Según él, aproximadamente la mitad de los adultos estadounidenses viven en soledad, incluso antes del inicio de la pandemia de COVID-19, que exacerbó la situación. Dice que “la falta de conexión social puede presentar riesgos importantes para la salud y aumentar el riesgo de muerte prematura en un 26%. También aumenta el riesgo de enfermedades cardíacas, accidente cerebrovascular, ansiedad, depresión, demencia y se considera uno de los principales motivos de las autolesiones.

Pero quizás la conclusión más alarmante que surge del aviso es la disminución de las conexiones sociales entre adolescentes y adultos jóvenes. Afirma que la disminución en el tiempo de conexión social “es más marcada para los jóvenes de 15 a 24 años. El tiempo que este grupo de edad pasa con amigos se ha reducido en casi un 70% en las últimas dos décadas”, entre 2003 y 2020.

Soledad es el sentimiento de que no puedo mantener conexiones recíprocas positivas con los que me rodean. No es la cantidad de gente que me rodea ni del tiempo que paso en las plataformas de redes sociales. Sentirse solo depende de la calidad de las conexiones, no de su cantidad. Si me siento desconectado y no puedo confiar en que me apoye la gente con la que estoy en contacto y yo tampoco estoy dispuesto a apoyarla, me siento en soledad.

No todos temen estar solos. Algunos no se sienten desconectados ni sin apoyo, por tener poca o tal vez ninguna gente a su alrededor. Para otros, en cambio, el aislamiento físico se traduce en sensación de soledad, con todos sus efectos adversos.

Desde el momento del nacimiento, la gente que nos rodea da forma a nuestra comprensión, punto de vista, sensaciones y percepción del mundo. Puede que viva en una aldea aislada, desconectado de la civilización, pero me siento profundamente conectado con los demás. Así no me sentiré solo, porque quienes me rodean me dan apoyo y la calidez que necesito y lo que aprendo en mis conexiones es suficiente para la vida que llevo.

Por otro lado, puedo estar rodeado de millones de personas, pero si nadie me da apoyo ni calidez y lo que aprendo de ellas no me da herramientas que me ayuden a enfrentar la vida con éxito, me sentiré vacío y solitario. Además, las masas indiferentes a mi alrededor sólo aumentan mi sentimiento de soledad e inseguridad.

No necesito enemigos para sentirme solo; la apatía del entorno es suficiente para que consideremos que la vida no tiene sentido y es muy difícil vivir sintiéndose inútiles.

Especialmente para los jóvenes, que son los más afectados por el aislamiento social, no debemos ignorar esta creciente epidemia de soledad. Por naturaleza, los jóvenes necesitan conexiones sociales, pues son sus años de formación, cuando diseñan sus opiniones y dominan el arte de vivir en una sociedad civilizada. Sin conexiones saludables, crecerán inseguros e inadaptados a la sociedad. Y nunca serán felices.

Si seguimos inactivos, frente a la propagación de la epidemia, las consecuencias sociales podrían ser terribles. Por suerte, no estamos desamparados. Mientras más activos seamos con nuestro entorno, más podremos cambiarlo. Si somos positivos, así será nuestra actitud. Para tener apoyo y afirmación del entorno, no necesitamos buscar a otros para que nos lo den. Más bien, debemos iniciar ese comportamiento con los demás y ellos corresponderán a nuestra actitud positiva y de apoyo.

La mayoría tenemos miedo de abrir el corazón. Nos han condicionado a pensar que, si lo hacemos, seremos vulnerables y la gente nos hará daño. Pero, en su mayor parte, lo contrario es cierto: si abrimos el corazón a los demás, ellos nos abrirán el suyo.

Así, la soledad es más manejable de lo que pensamos. Si damos el primer paso, con toda probabilidad, los demás darán el siguiente hacia nosotros y no contra nosotros. Podemos curar la epidemia de soledad, pero debemos querer curarla y debemos estar dispuestos a correr pequeños riesgos. Lo más importante, no debemos esperar que los demás sean amistosos con nosotros, a menos que primero seamos amistosos con ellos.

Etiquetado con: ,
Publicado en: News

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*