Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

La educación como antídoto para el hambre

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Foto: Participantes en la carpa de los pueblos indígenas, junto al fuego, durante el debate sobre los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas, en el segundo día del II Foro Mundial de la Alimentación, organizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en la sede de la FAO en Roma, Italia, 18/oct/22. El Foro Mundial de la Alimentación es una nueva iniciativa que se centra en la seguridad alimentaria mundial, La idea principal del foro de este año es: Dietas saludables. Planeta sano. (Foto de Dominika Zarzycka/Sipa USA)

Hace algunas semanas, la ONU y varias organizaciones afines, celebraron dos fechas importantes: el Día Mundial de la Alimentación y el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Hay organizaciones internacionales para los pobres y hambrientos, al menos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pero ni la pobreza ni el hambre se han erradicado. En todo caso, han aumentado, ¿Qué estamos haciendo mal, podemos cambiar la triste realidad?

El problema no es la falta de alimento; hay mucho. De hecho, gran parte del alimento que se produce se tira y contamina el agua y el suelo, en lugar de alimentar bocas hambrientas. Así que la gente pasa hambre no por falta de alimento, sino porque no hay interés en ayudarle a conseguirlos.

La actitud que prevalece es el narcisismo. Sólo nos preocupamos por nosotros mismos y sospechamos de las intenciones de los demás. Si tenemos algún excedente de fondos, lo usamos para construir muros y vallas, no para ayudar a los demás. Así nos comportamos en el mundo, tanto individuos, como naciones.

Para tranquilizar la conciencia, creamos organizaciones para atender a pobres y necesitados. Las financiamos generosamente y nombramos funcionarios y burócratas para que se ocupen del problema.

Pero si nuestro corazón estuviera con los pobres, no los dejaríamos en manos de burócratas, tampoco dejamos a nuestros hijos en manos de trabajadores sociales para que se ocupen de su educación. Nos encargaríamos de que los que nos importan, reciban lo que necesitan.

Pero, como no nos importa, nombramos a personas indiferentes que presentan planes para hacer frente a la pobreza y al hambre que se extienden y anuncian días especiales para elevar la conciencia pública sobre el problema. No se hace nada para solucionar los problemas reales, sólo justifican sus abultados salarios con presentaciones diseñadas por profesionales y hacen discursos que glorifican sus logros (inexistentes).

Si realmente quisieran resolver el problema -que financia su fastuoso estilo de vida-, habría muchas formas de hacerlo. Sabemos que, la educación, es la forma más segura de sacar a la gente de la pobreza.

En primer lugar, hay tecnología que multiplica el rendimiento de los campos, con sofisticados sistemas de riego, entornos controlados y otros medios. Hay que enseñar a los agricultores a usar esa tecnología y darles los medios para adquirirla. Sólo este paso sacaría a mucha gente del hambre y la pobreza.

Luego, creo que las organizaciones para erradicar la pobreza y el hambre deberían usar su presupuesto para comprar tierras en las que se cultiven alimentos para los pobres y en parte de esa tierra, enseñar a los agricultores locales una agricultura más eficiente.

Además, estos centros de agricultura y educación deberían usarse para impartir educación general. Es bien sabido que la gente educada tiene más oportunidades en la vida, suele mantenerse a sí misma y a su familia mejor que la gente sin educación. Por eso, como medio para erradicar la pobreza y el hambre, estos centros también deberían dar conocimientos y educación generales.

La educación no debe ser sólo para evitar la pobreza. La pobreza no es cuestión personal, es social. La gente que estudia en estos centros también debería aprender solidaridad, responsabilidad mutua, interdependencia en el mundo actual y otros temas que le ayuden a establecerse como elemento positivo en un mundo conectado.

Así, podemos crear una transformación agraria que se convierta en transformación social y cultural, que pueda liberar a la gente no sólo de las garras de la pobreza y el hambre, sino integrarla a la sociedad global del siglo XXI, como gente segura y positiva que a su vez, ayude a otros a salir de la pobreza y así, el proceso cobrará impulso.

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