Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Globalización: el bien, el mal y el pueblo de Israel

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Foto: Gente pasa por el centro de congresos, sede del Foro Económico Mundial 2022 (WEF) en el complejo alpino de Davos, Suiza, 22/may/22. REUTERS/Arnd Wiegmann

Mucho se ha dicho de la globalización. Por un lado, dio acceso a todos, a comodidades que hasta hace unas décadas sólo podían tener los ricos. Nos abrió a nuevas culturas y lugares y mejoró la vida material de casi todos. Por otro lado, ha devastado la producción local en innumerables países y ha infligido miseria a millones de personas cuyos trabajos se trasladaron a otros países. Y junto a estos graves problemas, hay otro proceso que la globalización puso en marcha: la fusión de la humanidad. La globalización nos hizo similares, creó una base común para la cooperación y el entendimiento, alimentó deseos y aspiraciones compartidas y abrió la puerta para el entendimiento entre toda la gente.

El hecho de que ahora, después de décadas de globalización acelerada, podamos entender las palabras y los gestos de los demás, quiere decir que ya podemos entender el corazón de todos en el mundo. Hasta ahora, nunca ha habido una situación en la que toda la humanidad compartiera los mismos problemas y aspiraciones y pudiera comunicarse libremente entre todas las naciones para unirse, resolver los problemas y cumplir aspiraciones.

Curiosamente, el proceso por el que atraviesa hoy la humanidad es el mismo por el que pasó la nación israelí cuando se formó. Los primeros israelitas eran extraños de diferentes tribus y tierras, a menudo rivales. Pero, como todos elevaron el ideal de la unidad, lograron unirse por encima de su origen diferente y formar una nueva nación.

Ahora, la humanidad, sin darse cuenta, está siendo impulsada a pasar por el mismo proceso. Puede que no queramos entendernos, pero lo hacemos, pues las circunstancias globales se han vuelto similares en todo el mundo y los problemas son similares y afectan a todos. Podemos venir de Finlandia o de India, de Estados Unidos o de China, de Japón o de América latina, pero nuestras aspiraciones son las mismas, nuestra tecnología es la misma y nuestra educación es más o menos la misma. Nos guste o no, vivimos en una nación global

Por eso, en un momento así, Israel está recibiendo tanta atención, sobre todo para culparlo. Somos el único grupo que alguna vez se enfrentó a una situación así y encontramos la manera de superar la sospecha y la alienación y fusionarnos en una nación. Formamos una sociedad que, por períodos importantes de tiempo, logró convertirse en la “nación elegida”, una sociedad modelo donde la gente ama a su prójimo como a sí misma. En esos momentos, gente no judía venía a Jerusalén para ver la unidad judía, especialmente en las fiestas, cuando los judíos iban a Jerusalén en una peregrinación que reunía a toda la nación.

Eventualmente, sucumbimos a la sospecha y a la alienación como el resto del mundo, pero la humanidad no nos ha eximido de nuestro deber de ser ejemplo. Sigue afirmando que somos responsables de todos los problemas del mundo, diciendo que está en nosotros corregirlos. Los judíos lo ven como antisemitismo pero, de hecho, es la demanda de la humanidad para que cumplamos con nuestra misión, nuestro compromiso con el mundo.

Ahora que estamos separados y dispersos por todo el mundo, nosotros, los judíos, también estamos “globalizados”. Sin embargo, la raíz de nuestra antigua unión vive dentro de nosotros y se proyecta dondequiera que vayamos. Acelera el proceso de unidad y globalización, aunque no podamos sentir que nuestra antigua raíz sigue viva dentro de nosotros.

Cuando Israel se dé cuenta de quién es y de lo que debe dar al mundo, la ira disminuirá y el mundo se unirá a él, para establecer una aldea global cuyas diversas culturas y etnias estén unidas por el amor. La humanidad no suprimirá las diferencias entre naciones y culturas; por el contrario, las acogerá y prosperará gracias a ellas y cada uno contribuirá con sus rasgos exclusivos al bien común.

Cuando eso suceda, el mundo se dará cuenta del secreto de Israel: el éxito no viene de una doctrina ni percepción dominante, sino de puntos de vista opuestos y conflictivos que se unen bajo un dosel de amor fraternal, donde todos usan sus cualidades y percepciones para el bien común. 

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Publicado en: Antisemitismo, News

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