Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Un Shaná Tová (buen año) depende de nosotros

Shaná Tová

Estamos en el umbral de una revolución total, un cambio importante en nuestra actitud, hacia nosotros mismos, hacia la sociedad, hacia la humanidad y hacia toda la naturaleza. Rosh HaShanáes en hebreo y significa «cabeza» o «inicio» de «año»-, llega en un momento especial, como nunca antes, en medio de una pandemia mundial. Somos conscientes del impacto de gran alcance del virus, pero debemos preguntar ¿con qué propósito llegó? La respuesta a esta pregunta es la clave para un buen año nuevo, un Shaná Tová 5781.

El coronavirus nos muestra que nuestro comportamiento individualista y egocéntrico nos lleva a la destrucción y al dolor. Viéndonos a los ojos en el espejo, con total honestidad podemos preguntarnos ¿queremos reformar y corregir nuestra naturaleza, cambiarla por una que sólo quiera cooperación mutua y unidad?

Los crecientes desafíos y predicamentos por los que estamos pasando, despiertan la introspección mundial para entender que el camino actual que recorre la humanidad no nos lleva a un buen lugar. Este reconocimiento, por sí solo, ya es un paso muy importante en nuestro desarrollo. El coronavirus resultó ser una fuerza que despierta a la humanidad para hacer una revisión completa de su estado.

Nuestra comprensión actual de lo que está sucediendo se reduce a la conciencia de que el virus nos golpea.

Pero nuestra razón no profundiza más. No tenemos idea de hacia dónde nos dirigen los golpes ni de dónde vienen ni, lo más importante, cuál es su propósito. Estamos tan desamparados y desorientados como un bebé recién nacido que siente dolor y llorar, sin comprender el motivo de la situación.

Así, nuestro desafío prioritario es descubrir el motivo del coronavirus, no en el sentido biológico, sino su sentido esencial, desde su mismo origen. Distanciamiento social, mascarillas, evitar multitudes, la carrera mundial por la vacuna, tratamientos experimentales: todas son medidas que buscan aliviar el problema de la Covid-19. Pero, ninguna será la solución integral al fenómeno del coronavirus.

La naturaleza, como padre amoroso, siempre trabaja por el bien de su creación. Los golpes, presiones y angustias, tan dolorosas como las siente cada individuo, no son para perjudicarnos, sino para equilibrarnos con la naturaleza y lograr una vida mejor. Su propósito es agudizar la conciencia de nuestras prioridades en la vida, de lo que realmente importa: relaciones armoniosas; entre nosotros y con la naturaleza.

La pandemia tiene como meta hacer que nos acerquemos adecuadamente al entorno que nos rodea, de forma integral y como complemento. Con el deseo de hacer bien a los demás y a nuestro entorno. La naturaleza es global, integral y unida. La tendencia del desarrollo evolutivo es hacer que nos identifiquemos con esas cualidades, a pesar de que fuimos creados muy diferente y que estamos distante unos de otros.

La era del coronavirus está cambiando nuestra vida, literalmente, por la fuerza. Nos lleva hacia un mundo superior y más avanzado, en el que todas las partes están unidas.

Hasta ahora, el mundo se ve justo al revés, lleno de juegos del ego, violencia, corrupción, luchas y disturbios, es parte del proceso de desarrollo. Si al inicio de la pandemia aún veíamos manifestaciones de solidaridad y ayuda mutua, hoy se agotó la paciencia de todos. Además, la ilusión de que nos tratamos bien está rota y ya es claro que es parte de la naturaleza humana cuidar sólo de uno mismo.

La impotencia que sentimos nos llevará a buscar la guía de nuestros sabios que, a lo largo de miles de años, crearon un método de unidad para este momento especial, para llevar a la humanidad a un nuevo horizonte. Este método atemporal desarrolla el enfoque y el sentimiento de que todos estamos dentro de un sistema. Una vez que se nos inculca firmemente esta noción, se vuelve natural tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros, hasta que seamos «como un hombre con un corazón». Y cuando finalmente nos conectemos con armonía, sentiremos que el poder único de la naturaleza que lo guía todo, en realidad, sólo nos hace el bien.

Entonces, ¿qué debemos desearnos para el nuevo año? Primero, reconocer nuestra naturaleza humana egoísta como la fuerza autodestructiva que nos separa. Segundo, desear cambiar de dirección y conectarnos por el bien de todos. Así, activaremos la fuerza de la naturaleza que irradia un mundo sano y sereno. Nuestra intención y deseo de construir una conexión profunda entre nuestros corazones, sanará el coronavirus en su raíz y asegurará que el siguiente año sea el más dulce que jamás hayamos vivido, realmente un Shaná Tová.

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Publicado en: Judíos, News

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