Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

¿Qué es la verdad y cómo podemos definirla?

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Verdad y falsedad están entre los aspectos más fundamentales, aunque incomprendidos, de la percepción humana. El cabalista Yehuda Ashlag (Baal HaSulam) escribe: “ningún mérito es más importante que la cualidad de la verdad y no hay mayor desgracia que la cualidad de la falsedad”. Pero, en nuestro mundo, la verdad parece esquiva. Cada uno tiene su propia versión de la verdad. Esa es la raíz de mucha confusión, donde la gente constantemente reemplaza la verdad con mentiras y las mentiras con verdades.

¿Cómo podemos determinar qué es realmente cierto? El problema radica en nuestra incapacidad para medir la verdad con un estándar absoluto. En filosofía, psicología y religión, no hay una verdad única y universalmente aceptada. Las leyes y códigos morales varían de un país a otro, incluso, valores fundamentales como libertad e igualdad son interpretados de forma diferente. Si los seres humanos vivieran aislados, separados en pequeños grupos sin interacción, tal vez estas variaciones no importarían. Pero hoy, el mundo está interconectado y sin una base común, surgen malentendidos y conflictos.

¿Hay un estándar absoluto para la verdad? En el mundo físico, aceptamos que ciertas leyes son inmutables. Por ejemplo, la gravedad, se aplica por igual a todos, independientemente de sus creencias y cultura. Si también las leyes sociales fueran universales, tendríamos una base sólida para las relaciones humanas. Sin embargo, dado nuestro ego, donde cada uno desea disfrutar en beneficio propio a expensas de los demás, moldeamos las leyes sociales para que se ajusten a nuestros deseos. En lugar de buscar un estándar objetivo, ajustamos nuestra percepción de verdad y falsedad para servir a intereses personales.

La sabiduría de la Cábala enseña que la verdad no es estática, sino que, continuamente debe buscarse. “Busca la justicia y la verdad” dicen nuestras fuentes, es decir, debemos buscar activamente la verdad a lo largo de la vida. Es un proceso de refinamiento que se da, de generación en generación, eso conduce a que la sociedad se desarrolle y avance. Si abandonamos esa búsqueda e insistimos en aferrarnos a nuestra propia verdad subjetiva, seguiremos divididos y estancados.

¿Por qué la falsedad está tan arraigada en la naturaleza humana? Surge de nuestro deseo inherente de disfrutar en beneficio propio. Cuando se actúa únicamente en interés propio, la verdad y la falsedad pasan a segundo plano. La única consideración es, lo que se siente bien en un momento dado. En ese estado, cada uno justifica su propia opinión, convencido de que tiene razón y que los demás están equivocados. Así, el mundo se fragmenta en perspectivas contradictorias.

Esta divergencia de opinión no es intrínsecamente mala. De hecho, las diferencias son útiles y necesarias. El verdadero problema es que no sabemos cómo trabajar con ellas para alcanzar una verdad superior común. En lugar de superar nuestras disputas, permitimos que nos separen. En Cabalá no se pide eliminar las diferencias, sino encontrar la unidad por encima de ellas. Por eso, para unirnos, sería sabio aprender a superar los impulsos egoístas y divisivos.

¿Qué es más importante: la verdad o la unidad? La unidad. La verdad y la falsedad, tal como las percibimos, son relativas. Dependen de nuestro nivel de comprensión, nuestros deseos y nuestras emociones. Lo que uno considera verdadero, otro podría considerarlo falso. Pero la unidad es necesidad absoluta. Una sociedad que prioriza la conexión humana positiva y la responsabilidad mutua, con el tiempo, naturalmente se alineará con la verdad. Incluso la mentira, si se usa en aras de la unidad, puede justificarse. Por ejemplo, un padre podría engañar a su hijo, para guiarlo hacia algo útil. Del mismo modo, si anulamos nuestros impulsos egoístas en bien de la sociedad, podemos alcanzar el mejor estado posible, tanto para nosotros, como para los demás.

Hay una razón por la que los sabios dicen: “La verdad crece desde la tierra”. Tierra simboliza el deseo humano, en su estado más bajo y egoísta. Desde allí, se debe ascender al estado de unidad y altruismo. El camino hacia la verdad siempre es una escalada vertical, requiere que continuamente se escale para superar el interés personal propio.

¿Mienten los cabalistas? Sí, pero sólo en aras de un objetivo superior: la unidad. La sabiduría de la Cábala explica que la verdad no es la exactitud de los hechos, sino alineación con el propósito de la creación. Este propósito es que todos logren conexión total, que formen un todo unido. Para alcanzar ese estado, debemos comprender las leyes de la naturaleza, saber cómo funcionan y adónde nos guían. La verdad suprema no está en las perspectivas individuales, sino en la ley universal que, en última instancia, nos desarrolla hasta el estado de conexión total.

Al mismo tiempo, debemos preservar la individualidad de cada uno. Unidad no es que todos sean iguales. La alcanzamos cuando diversos individuos se integran voluntariamente en un todo mayor. Por eso, la verdad surge cuando todas las perspectivas únicas se fusionan en armonía.

¿Cómo determinamos qué es realmente cierto? ¿cuál es este objetivo común por el que debemos unirnos? Es la conexión misma. Según Cábala, revelamos la verdadera naturaleza de la realidad, sólo en nuestra conexión. El Creador, la verdad suprema, no es concepto abstracto, sino la fuerza de amor, otorgamiento y conexión que se revela en la unidad. No hay ejemplos de esto, que podamos ver en el mundo físico. Necesitamos sentirlo internamente. El principio clave es anteponer el deseo de los demás al nuestro, como se expresa en el mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Cuando alcanzamos ese nivel, nos convertimos en parte activa del sistema unido y podemos sentir la presencia del Creador.

En Cabalá ¿cómo se distingue entre diferentes tipos de verdad y falsedad? La sabiduría de la Cábala establece una distinción importante entre dos tipos de análisis: verdad y falsedad, versus dulce y amargo. Verdad y falsedad están determinadas por el intelecto, mientras que dulce y amargo se perciben emocionalmente. Desde el nacimiento, naturalmente funcionamos con base en dulce y amargo. Es decir, consideramos «bueno» lo que sentimos o nos parece bueno y «malo» lo que sentimos o imaginamos malo. El recién nacido, instintivamente busca placer y evita el dolor, sin una evaluación intelectual como respuesta corporal automática.

No obstante, a medida que nos desarrollamos, gradualmente aprendemos a aplicar el segundo análisis: verdad y falso. Debemos saber reconocer que algo puede ser dulce pero dañino o amargo pero provechoso. Por ejemplo, un medicamento puede tener sabor amargo, pero cura. En cambio, algo placentero en el momento puede causar daño a largo plazo.

El reto es aprender a integrar estos dos análisis. ¿Cómo alinear nuestra evaluación emocional e intelectual para que funcionen juntas en lugar de opuestas? La clave está en aprender a refinar nuestro análisis intelectual para evaluar los impulsos emocionales.   

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