
Pensamos que la competencia, como motor de crecimiento desarrollaría ciencia y tecnología y eliminaría lo innecesario, dejando sólo lo que realmente nos sirve. Pero ¿qué sucedió en la práctica? ¿por qué hay tantas rupturas en la sociedad actual? ¿qué pasó con la competencia y cómo podemos corregir las desviaciones que nos alejan de la dirección positiva?
En las últimas décadas, en la humanidad, ha surgido un ego masivo, que se apoderó de todos nuestros sistemas. Todo lo que construimos para mejorar la vida, adquirió una forma muy distorsionada.
Tomemos como ejemplo el sistema de salud. Mientras más crecía y más fluían presupuestos, más tenía que sostenerse para justificar su existencia. Al mismo tiempo, hubo un desarrollo importante de una enorme industria de medicina, equipos, pruebas, medicina privada y más. Todos quieren lucrarse y vender y por supuesto, necesitan pacientes.
Otro ejemplo son los medios de comunicación. Supuestamente conectarían a la gente. ¿Pero en qué se convirtieron? En un terrible triángulo: capital, gobierno y medios. Los medios fomentan conflictos, siembran división y odio que enardecen a las masas. Lo que se consume está sesgado y distorsionado según diversas agendas. En lugar de informar para fomentar una conexión humana más positiva, impera el principio de «divide y vencerás», que lava el cerebro del público con lo que ciertos sectores quieren vender.
¿Y qué del sistema educativo? Hace principalmente lo que le conviene y lo que acostumbra, en lugar de adaptarse a las exigencias de la época. Esto es evidente tanto a nivel educativo-profesional como, sin duda, a nivel educativo-humano. ¿El joven de hoy, sale de la escuela preparado para la vida, sabe cómo construir relaciones y cómo conectarse mejor con los demás, para aumentar la felicidad en su propia vida y en la de otros? Por desgracia, en muchas escuelas, el ambiente es muy agresivo y los niños reciben ejemplos negativos de violencia, ostracismo, drogas y alcohol.
El comercio y la industria parecen ser un campo clásico donde se suponía que la competencia beneficiaría a la sociedad en su conjunto, pero no fue así. Las grandes empresas que controlan el mundo, destruyen todo lo que está en su camino, para aumentar sus ingresos. En algunas partes, incluso destruyen lo que existe, sólo para obligar a la gente a comprar sus productos
Por eso, en casi todos los ámbitos de la vida, los sistemas que pensábamos que funcionarían a nuestro favor, tanto a nivel individual como colectivo, de alguna forma se volvieron en nuestra contra. Si en el siglo pasado pensábamos que avanzábamos hacia un futuro iluminado, bello, seguro y positivo, hoy esperamos no destruir el planeta con una guerra nuclear o cibernética.
Aquí, es importante poner énfasis en que la crisis no reside en los sistemas en sí, sino en cómo los usamos. La intensificación del ego estrecho que crece a ritmo acelerado, es lo que volvió el afán de competencia, de un factor vital, en uno mortal y destructivo. Esta es la raíz del problema y se deriva el mal uso de nuestra capacidad de desarrollo.
Es muy difícil de digerir, pero en realidad no hay otra opción. Por primera vez en la historia, la humanidad no ve la luz al final del túnel. El colapso general se profundiza y para sobrevivir estamos obligados a cambiar radicalmente de enfoque. Será gradual, pero al final, habrá una percepción totalmente nueva de la relación entre el individuo y la sociedad.
El recurso más importante para el futuro, es la conexión integral entre seres humanos. Lograr la capacidad de crear esa conexión es la tarea común que tenemos por delante. Necesitaremos aprender a superar la naturaleza egoísta humana y en su lugar, desarrollar una naturaleza integral y mejorada, que se adapte a las condiciones del mundo interconectado y a la interdependencia que se está formando.
La competencia tendrá una nueva forma complementaria, que nos impulsará como sociedad. Mientras más nos preocupemos por el beneficio de todos, más respeto y aprecio ganaremos. Esta será la nueva fuente de autorrealización y definirá el estatus y el éxito. De igual forma, cada sistema se someterá a un examen para determinar cómo puede satisfacer mejor las necesidades de la sociedad, cómo puede ahorrar recursos, ser más eficiente, sobresalir, integrarse con otros sistemas y dar lo mejor de sí mismo.
Las fuerzas evolutivas nos instan a conectarnos como órganos en un cuerpo. La única pregunta es, comprenderemos el avance en la percepción integral, para así progresar con procesos educativos y culturales en la sociedad o, esperaremos a que la vida nos obligue a hacerlo por necesidad. Imagina qué ocurrirá cuando computadoras y robots expulsen a miles de millones del mercado laboral o cuando la situación ecológica obligue a reducir la industria innecesaria. ¿Vagará la gente por las calles sin sustento, en busca de comida y refugio?
Para terminar, recomendaría reunir a algunas personas y debatir lo siguiente: Hace unas décadas, todos creían que la calidad de vida de la clase media mejoraría. Todos tendrían casa, coche, una carrera, una relación, hijos, buena educación, vacaciones, viajes y una buena pensión. Hoy, aún en Estados Unidos, hay un aumento significativo de pobreza y de familias con bajos ingresos. También, en Israel, cada vez es más difícil que el dinero alcance. ¿Por qué no funciona ya el sistema familiar? ¿Cuál es la enfermedad social que podemos identificar y cuál es su cura? Supongamos que nosotros, ciudadanos comunes, queremos aliviar nuestra situación económica de inmediato. ¿Qué podemos hacer como pequeña comunidad? ¿cómo podemos cooperar para afrontar mejor el costo de la vida?



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