
La alegría es una de las emociones más poderosas y gratificantes que se pueden sentir. La encontramos de muchas maneras, ya sea en placeres sencillos como una comida deliciosa, amistades importantes o logros, como ganar una medalla olímpica. Sin embargo, para el cabalista, la alegría tiene un significado completamente diferente.
El cabalista siente alegría, no sólo en eventos positivos, también en momentos que podrían parecer negativos. Su alegría no viene de ganancias personales ni de circunstancias externas. Surge de lograr equivalencia de forma con el Creador. Cuando nos unimos con otros y creamos un espacio para revelar a la fuerza superior —fuerza de amor, otorgamiento y conexión—, sentimos una sensación plena, genuina y duradera de alegría. Mientras más nos unimos en cuidado y otorgamiento mutuos, más permitimos que la luz superior fluya entre nosotros y revelamos al Creador en nuestra conexión. Esta es la forma más profunda de felicidad, pues no es fugaz, sino una sensación eterna de plenitud.
Esa alegría espiritual es única, porque surge al complacer al Creador y a su vez, nos da felicidad. El Creador no necesita nada de nosotros, pero cuando nos alineamos con sus cualidades y sentimos conexión, percibimos que se regocija con nosotros. La alegría espiritual no es acumular felicidad personal, sino permitir que la fuerza superior se manifieste entre nosotros. Cuando nos unimos con la intención de acercarnos a esa fuerza, se crean las condiciones para su revelación y hay alegría.
Incluso en las experiencias mundanas, la unidad trae alegría. Ya sea que nos reunamos para escuchar una sinfonía, celebrar en un evento deportivo o compartir otras experiencias comunes, hay sensación de alegría en esa conexión. Mi maestro, el cabalista Baruch Ashlag (Rabash), una vez señaló un estadio lleno de aficionados al fútbol y dijo: «Respeten este lugar porque trae alegría a la gente». Cualquier forma de conexión que no cause daño es, en esencia, una fuerza positiva. Aunque, para que sea espiritual, debe estar dirigida a la unidad de la humanidad, para así descubrir al Creador.
Según Cabalá, la alegría no es estática. Es un proceso que siempre puede expandirse. No hay un estado en el que podamos decir: «Soy suficientemente feliz; no necesito nada más». La sensación de plenitud total es una ilusión, porque la vida es un viaje en constante evolución. Por eso, la alegría proviene del avance constante hacia una mayor conexión, como el atleta que siempre se esfuerza por superar sus logros anteriores.
Curiosamente, la mayor alegría, a menudo, surge de la anticipación. Las alegrías futuras albergan sensaciones más intensas, porque en la mente, son ilimitadas. Los placeres pasados se almacenan en la memoria y se desvanecen con el tiempo, las alegrías presentes se sienten, pero no se aprecian plenamente. En cambio, las alegrías futuras existen en un espacio ilimitado de posibilidades. Cuando fijamos nuestra mente en la meta del logro espiritual, es decir, en alcanzar equilibrio total con la naturaleza o adhesión al Creador, que es lo mismo, nuestra anticipación por alcanzar esta meta, nos llena de inmensa sensación de alegría.
Los cabalistas sienten alegría en lo que la mayoría de la gente consideraría obstáculos. Descensos y dificultades son parte natural del proceso espiritual. Aunque, el cabalista entiende que cada descenso es preparación para un ascenso superior. Al revelar un mayor deseo, en estos puntos bajos, creamos el potencial para revelar más luz. Por eso, los cabalistas se regocijan tanto, en los descensos como en los ascensos espirituales, saben que ese camino conduce a un mayor desarrollo espiritual.
Uno de los principios fundamentales de Cábala es que, el trabajo en sí debe despertar alegría. No se trata de buscar recompensas ni de esperar beneficios en el futuro, sino de encontrar la felicidad en el proceso de intentar crear cualidades espirituales en nuestras conexiones, es decir, en nuestro deseo de dar, conectarnos positivamente y cuidar a los demás. Podemos cultivar esta alegría recordando que fuimos elegidos para este camino, que el Creador nos acerca y que cada momento es una oportunidad para revelar algo más profundo.
Pero ¿cómo podemos nosotros, seres egoístas, que sólo deseamos disfrutar en beneficio personal, sentir alegría por algo que contradice nuestra naturaleza? Se logra al ubicarnos en un entorno que apoye nuestro deseo de superar el ego y sentir la presencia del Creador. Así como el viajero anhela explorar y siente alegría incluso antes de comenzar, quienes deseamos avanzar espiritualmente, debemos visualizar nuestro progreso espiritual como un viaje en desarrollo hacia un futuro increíble.
Otro aspecto clave de la alegría que siente el cabalista es que no es alegría por el logro individual, sino por otorgamiento mutuo. Cuando actuamos, no en beneficio personal, sino para alegrar a los demás, surge una nueva plenitud. Se llama «trabajar por el Creador», pues refleja la cualidad de otorgamiento absoluto de la fuerza superior. Cuando nos unimos así, creamos una vasija para revelar al Creador y revelarlo es la fuente suprema de alegría.
Para alcanzar esta alegría se requiere estudio y práctica. No surge de forma natural en un mundo dominado por el ego. Por eso, la sabiduría de la Cábala pone énfasis en la importancia del grupo de apoyo, al que llamamos «decena», donde sus miembros entrenan otorgamiento mutuo. Con estos ejercicios, gradualmente logramos percibir la fuerza oculta tras la realidad, que es el Creador. Así como el artista entrena su ojo para ver la belleza en los detalles sutiles, la persona inmersa en un entorno que valora el progreso espiritual logra percibir alegría al otorgar.
La alegría espiritual que sentimos en este proceso es la sensación en constante expansión que crece a medida que nos alineamos con las cualidades espirituales eternas y perfectas de amor, generosidad y conexión. Mientras más cultivemos estas cualidades en nuestras intenciones, actitudes y conexiones mutuas, más transformamos nuestra percepción de la realidad y descubrimos que la alegría no está en lo que recibimos de los demás, sino en nuestro impulso para salir de nosotros mismos, amar, cuidar y conectarnos positivamente con los demás.


