
El divorcio no es un asunto sencillo. Nervios, tiempo, dinero, salud, por no hablar de los hijos. Nadie promete que la siguiente relación será mejor, por eso, no es de extrañar que cada vez más gente abandone por completo la idea del matrimonio. ¿Para qué volver al fracaso si se puede evitar el desastre? Resulta que la ruptura de la unidad familiar en esta época no es accidental en absoluto, su función es impulsarnos hacia una nueva era de relaciones humanas.
Al examinar el asunto en profundidad, queda claro que no es un problema en la relación de pareja, sino un problema general de la comunicación humana. Llegamos a un estado en el que deseamos ser libres, que nadie nos limite, hasta el punto en el que nos resulta muy difícil mantener relaciones sociales. La relación familiar es la más íntima y siempre ha sido el fundamento de la sociedad. Si también se está derrumbando, es la señal principal de que alcanzamos una nueva etapa en nuestra evolución como especie humana. Hasta ahora, hemos desarrollado nuestro entorno, hemos intentado construir una sociedad adecuada, hemos construido diversos sistemas, hemos trabajado en ciencia y tecnología, pero estamos en un punto en el que factores externos no nos ayudan a encontrar felicidad y debemos buscar la esencia del asunto: la corrección del ser humano.
La naturaleza desarrolló la vida: inanimada, vegetal, animal y humana y en nosotros, los humanos, desarrolló un gran ego, para llevarnos a la siguiente etapa del proceso. En esta etapa, debemos aprender a superar el ego, a construir sobre él, una nueva cualidad para tener otra actitud, visión, perspectiva y mundo. La naturaleza aspira a lograr equilibrio perfecto entre todas sus partes. Para nosotros, como humanos, indica que en la cima de nuestra evolución, debemos estar conectados con armonía, como órganos de un cuerpo.
Desarrollar la capacidad de relacionarnos con los demás de forma nueva, por encima del ego, requiere de un laboratorio de investigación. Y está en casa, en nuestra relación más cercana. La relación romántica puede ser un lugar maravilloso para experimentar, para cambiar poco a poco y ver que, como resultado, un mundo nuevo se abre ante nosotros. Igual que en un experimento de física o química, modificamos diversos parámetros y observamos fenómenos. Luego, volvemos a modificarlos y de nuevo, comprobamos los fenómenos resultantes. Las variables que modificamos en el laboratorio de relaciones están en nuestra relación mutua. Si entrenamos en la relación, para desarrollar actitudes nuevas hacia el otro, nos ayudará a tener éxito en todos los aspectos de la vida. Sabremos trabajar con los demás para tener la respuesta deseada. Las relaciones son la esencia de todo, lo demás es sólo resultado.
El enfoque óptimo para construir buenas relaciones está en el principio: «El amor cubre todas las transgresiones» (Proverbios 10:12). No es que tratemos de ocultar las «transgresiones», es decir, las cosas malas entre nosotros, como falta de cariño, orgullo, falta de respeto e incluso odio, sino que, si queremos empezar a construir algo nuevo y corregido, no tiene sentido indagar en los defectos existentes. No hay necesidad de analizar a fondo que somos egoístas y malos y que somos renuentes a ver nuestros propios defectos, pero, siempre enumeramos en detalle lo que está mal en el otro.
Para eso, se nos dio la regla: «El amor cubre todas las transgresiones». Es decir, a pesar de todo lo que parezca defectuoso en la pareja, debemos desarrollar una actitud positiva de belleza, amor, concesión y cariño. Con esos ejercicios de desarrollar una actitud más avanzada ante los problemas que surgen, podremos descubrir en nosotros cualidades positivas, que estaban latentes y acentuarlas cada vez más. Todo lo que parezca malo en el otro es sólo una oportunidad para elevarnos al estado de amor.
Después de aprender a neutralizar la visión egoísta y a cultivar amor, podremos ver belleza en nuestra pareja. Comprendemos que, hasta ahora, no la habíamos visto objetivamente, sin ego. De repente, cuando aparentemente salimos de nosotros, de nuestra piel, de nuestro cuerpo, nos elevamos por encima del ego, la vemos de otra forma. Además, lo que se nos presenta, no es la pareja, sino la realidad general. Descubrimos que si lo cubrimos todo con amor, no hay nada malo, no hay transgresiones ni defectos. Un mundo nuevo y bueno se abre ante nosotros y comprendemos que todo el mal está en nosotros y que, en realidad, todo el bien está fuera de nosotros. La realidad se nos aclara, se divide en dos partes. Una parte es lo que hemos visto hasta hoy, un mundo que el ego nos hizo imaginar, del cual se dice: «La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud» (Génesis 8:21). La segunda parte es lo que ahora comienza a revelarse, a medida que desarrollamos amor, está fuera de nosotros y es un mundo realmente bueno.
Así, en el laboratorio doméstico, tenemos el método para una actitud óptima hacia lo externo, una nueva visión del mundo. Tras haberlo hecho con nuestra pareja, vemos que hacia el resto de la humanidad no hay mucho más que añadir, porque, de hecho, el trabajo no era con otros, sino con nosotros mismos. Con la ayuda del espejo de la asociación que la naturaleza nos dispuso, vimos lo que debía corregirse en nuestro interior y lo hicimos. Como resultado, nos preparamos para absorber el mundo conectado que se supone se revelará a la humanidad en nuestro tiempo. Así, comprenderemos que la relación romántica es un marco natural para prepararnos para una vida social nueva y mejorada.
La antigua forma de unidad familiar tuvo que derrumbarse para que pudiéramos avanzar hacia una forma más evolucionada, que nos llevará a la cima de la evolución humana. En este nivel, todos serán como una familia. Si hasta hoy nos hemos dedicado a desarrollar tecnologías y dispositivos, a medida que avancemos hacia el futuro, sólo podremos hacerlo desarrollando un hombre nuevo.


