La fórmula más sencilla es que, en cualquier interacción, busquemos que nuestras acciones beneficien al máximo a todos. Así, podremos comportarnos de forma sencilla y óptima.
Para hacerlo, necesitamos ejercitarnos para que el beneficio de los demás se convierta en nuestra motivación, es decir, donde sintamos el beneficio ajeno como nuestro propio beneficio.
Para lograrlo, debemos aprender a integrarnos con los demás, envolverlos, entrar en ellos, para así poder resolver sus problemas.
¿Por qué funciona así? Concuerda con la ley de la naturaleza de amor, otorgamiento y conexión positiva. Podemos observar esta relación entre la madre y su hijo.
No funciona según nuestros deseos egoístas, que buscan beneficio propio a expensas de los demás, ni tampoco según el ego ajeno. Esa es otra cuestión que quizá debamos analizar. En cambio, sí funciona en el mundo integral, donde debemos adaptarnos a la naturaleza, cuya forma es integral. Así, es seguro que no fracasaremos, porque, en última instancia, somos impulsados por la naturaleza.
¿Por qué es importante éste modus operandi a nivel personal? Porque podemos fusionarnos en esa integralidad y sentir la fuerza general de la naturaleza que opera en ella. Así, es seguro que sentimos la perfección y la eternidad de la naturaleza, el estado más elevado posible que podemos alcanzar.
