Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Nuevo curso en la Universidad de Berkeley: ¿Cómo deshacerse de Israel? – Cancelado y restablecido

La prestigiosa Universidad de Berkeley planeaba ofrecer este año un curso sobre el “colonialismo” en Israel, es decir, acerca de los judíos como colonos. “Basándose en la literatura sobre la descolonización”, [el curso] quería “explorar las posibilidades de una Palestina descolonizada”. En otras palabras, hablar de cómo erradicar por completo a Israel. Pero no solo el instructor del curso pretendía explorar estas posibilidades, sino que los estudiantes debían “investigar, formular y presentar alternativas descolonialistas a la situación actual”.

Ante las críticas sobre el sesgo y la infracción de las normas académicas universitarias, la institución canceló el curso pero al poco tiempo lo ha restablecido. Esto no contribuye a mejorar el ambiente tóxico que los estudiantes judíos sufren cada día en los campus estadounidenses.

Enterarme de este curso me hizo recordar una lamentable velada que viví en 2004 en la Universidad de Berkeley Hillel. Aquella noche, acudí allí para dar una conferencia sobre la sabiduría de la Cabalá y lo que esta dice acerca de la unidad judía y el papel de los judíos en el mundo. Era una noche fría, con una acogida fría. A pesar de mis intentos, no logré llegar a los estudiantes: no querían aceptar que el pueblo judío tiene un papel y un compromiso con el mundo.

Inmediatamente después de la conferencia, un hombre se acercó a mí y dijo que Hillel no era el lugar para hablar sobre el papel de los judíos, que la gente allí tenía todo lo que necesitaba. Traté de explicarle que ser judío no se trata de las necesidades nuestras, sino de lo que otros necesitan, de lo que necesita el mundo. Traté de explicar que tenemos que unirnos no por nuestro propio bien, sino por el bien de un mundo que desesperadamente busca la fórmula para lograrlo en una nuestra sociedad tan egoísta como la nuestra, y que estamos destinados a ser el modelo a seguir que marcará el nuevo paradigma. Él no era capaz de escucharme. Sencillamente era imposible que se captara el mensaje.

Me fui. Sin una conexión con su nación y con su rol en el proceso que el mundo está atravesando, sin una comprensión de lo mucho que depende el futuro del mundo de la corrección que debe realizar Israel, sabía que no había futuro para los judíos en San Francisco.

El curso que la Universidad de Berkeley ofrece es solo el comienzo de una próxima ola de antisemitismo que ya se extiende por las universidades estadounidenses. En breve, los campus ni siquiera intentarán desplegar una fachada de integridad académica. El único propósito de estos cursos será avanzar en la causa palestina y deslegitimar a Israel.

Los estudiantes judíos ya se sienten bastante incómodos en los campus y, en ocasiones, hasta amenazados. Muchos de ellos sienten miedo al llevar símbolos como colgantes con la estrella de David o solideos judíos. ¿Pueden imaginar cómo se sentirán cuando tales cursos sean algo generalizado? Y si pensamos que es posible diferenciar entre el sentimiento anti-Israel y el sentimiento anti-judío, podemos darnos cuenta de que no es así al ver lo que está sucediendo en Europa.

 

La moratoria llega a su fin

Hasta hace unos años, parecía como si los judíos estadounidenses hubieran descubierto una fórmula secreta para hacer desaparecer el antisemitismo. A principios del siglo XX, e incluso en la década de 1950, el antisemitismo –abierto o encubierto– estaba todavía bastante generalizado y los judíos a menudo eran excluidos de las universidades, los clubes y de ciertas ocupaciones. Pero después del Holocausto y con el posterior establecimiento del estado de Israel, parecía que comenzaba una nueva era y que, junto con Hitler, el antisemitismo había desaparecido.

Pero ahora soplan otros vientos. Liel Leibovitz escribió en Tablet Magazine algo con lo que estoy de acuerdo: para los judíos de América, gane quien gane estas elecciones, “la política va a cambiar de una forma que ni siquiera podemos imaginar, pero significará, y no precisamente de una manera trivial, el fin de más de medio siglo de prosperidad judía estadounidense”. Aunque creo que una victoria de Clinton propiciará un declive mucho más rápido y siniestro, está tendencia será inevitable independientemente del ganador.

La moratoria sobre el odio al judío de forma manifiesta está llegando a su fin. Si queremos evitar una nueva tragedia en esta interminable cadena de persecuciones, aniquilaciones y expulsiones, debemos actuar ahora y de la única manera que nos han enseñado nuestros antepasados.

 

La unidad, nuestra primera defensa

“La primera defensa contra la calamidad es el amor y la unidad. Cuando hay amor, unidad y amistad entre unos y otros en Israel, ninguna calamidad puede sobrevenirles” (Maor Vashemesh). “Se nos pide en cada generación que fortalezcamos la unidad entre nosotros para que nuestros enemigos no gobiernen sobre nosotros” (El libro de la conciencia). “Cuando la unidad restituya a Israel como en el pasado, Satán no tendrá lugar donde colocar el error. Cuando son como un solo hombre con un solo corazón, son como un muro fortificado contra las fuerzas del mal” (Shem Mishmuel). “Esta es la solidaridad mutua en la que Moisés trabajó tan arduamente antes de su muerte, para unir a los hijos de Israel. Todo Israel son garantes unos de otros, lo que significa que cuando todos están juntos, solamente ven el bien” (Broadcasting Voice).

Antes de la destrucción del templo, nuestros antepasados desarrollaron un método único de conexión. No suprimieron entre ellos ni sus rasgos de carácter ni su talento; tampoco se explotaron unos a otros. Utilizaron sus cualidades individuales en pro del bien común, creando con ello una sociedad que posibilitó la realización personal de todos y que además fortaleció el tejido social que los mantenía juntos.

Nuestros antepasados no hicieron desaparecer sus diferencias ni les restaron importancia. Simplemente cambiaron la finalidad para la que trabajaban. En lugar de buscar un avance individual, buscaron el avance de la sociedad en conjunto, creando una situación en la que todos salían beneficiados, donde todo el mundo ganaba.

Esta –aparentemente– pequeña diferencia es la que marca una profunda transformación. Genera un interés común en la realización de todo el potencial individual de cada miembro de la comunidad. Es más, hace que todos los miembros de la comunidad tengan un interés personal en la realización del potencial de todos los demás miembros de la comunidad, ya que esto hace avanzar la prosperidad de todos en dicha comunidad. En una palabra, este cambio de objetivo hace que “ama a tu prójimo como a ti mismo” pase de la teoría a la práctica.

Hoy, ese método de conexión –simple pero eficaz– que nuestros antepasados perfeccionaron y prometieron compartir con las naciones se vuelve imprescindible para la supervivencia de nuestra sociedad. Ahora, como nuestros sabios siempre nos han recordado, tenemos que ponerlo en práctica por nuestro propio bien y por el bien de toda la humanidad.

 

Nuestro único activo

Muy dentro de sí, cada judío conserva una reminiscencia latente de esa conexión y de nuestra obligación de transmitirla. Y muy dentro de sí, todos los no judíos sienten que, de alguna manera, los judíos se mantienen unidos y cuidan unos de otros. Muchos no judíos saben que la unidad de los judíos es algo poderoso, pero muchos de ellos lo interpretan mal y piensan que queremos dominar el mundo. En la naturaleza está codificado que seamos los portadores del mensaje de paz y unidad a través del ejemplo; así que, mientras sigamos eludiéndolo, la gente nos considera perjudiciales. Tenemos que reavivar nuestra unidad y compartirla con el mundo. Como escribió el antisemita Henry Ford, “los reformadores modernos, aquellos que diseñan modelos de sistemas sociales, harían bien en observar el sistema social en virtud del cual se organizaron los primeros judíos”.

En opinión del mundo, nuestra existencia solo está justificada si le proporcionamos la paz y la felicidad que se merece. Mientras estemos desunidos, no estamos difundiendo unidad. En lugar de ser “una luz para las naciones”, difundimos lo contrario y, con razón, el mundo nos rechaza.

La culpa del odio hacia nosotros es solamente nuestra. Mientras nos comportemos mal unos con otros, el mundo se comportará mal con nosotros ya que no somos capaces de transmitir bondad. Pero si empleamos ese recurso especial, ese método único de conexión que muestra cómo realizar el potencial personal a la vez que consolida a la sociedad, nuestro ejemplo esclarecerá al mundo por qué existen los judíos y por qué los judíos son imprescindibles para su felicidad.

Hay legitimidad para los cursos universitarios como el que mencionamos al principio de esta columna solo mientras desconozcamos por qué estamos aquí y cuál es nuestro propósito en la vida. Pero en cuanto nos demos cuenta de quiénes somos y del gran obsequio de unidad que debemos proporcionar al mundo, la humanidad nos aceptará por primera vez, y para siempre.

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