Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Fuerte aumento del antisemitismo en el 80 aniversario de «Kristallnacht»

En una noche oscura, el 9 de noviembre de 1938, los nazis asesinaron al menos un centenar de judíos, quemaron 1.400 sinagogas en toda Alemania y Austria, destruyeron sus hogares y negocios, y destrozaron hospitales, orfanatos y cementerios judíos. Miles de hombres, mujeres y niños judíos fueron arrastrados a las calles, donde fueron golpeados y humillados. 80 años más tarde, cuando se conmemora un nuevo aniversario, el antisemitismo en el mundo lejos de haber desaparecido está aumentando.

 

«Kristallnacht«, o la Noche de los cristales rotos, ocurrió alrededor de 6 años después de que Hitler asumiera el poder y marcara el comienzo del Tercer Reich, la persecución sistemática de  judíos que culminó con el Holocausto que cobró 6 millones de vidas. Esto sucedía frente a la mirada del mundo entero que no hizo nada para detener la carnicería.

 

Como los humanos no parecen aprender del pasado, el antisemitismo no es hoy en día una mera referencia histórica, sino una realidad muy actual en Europa y el resto del mundo, expresada como sentimientos antijudíos y antiisraelíes, atribuidos tanto a la extrema izquierda como a la extrema derecha.

 

En el marco de la conmemoración de Kristallnacht, Ronald Lauder, presidente del Congreso Judío Mundial, dijo: «Sería imposible marcar este importante evento en la historia judía sin notar el clima aterrador de antisemitismo y xenofobia que se está extendiendo actualmente en Europa y Estados Unidos».

 

Para rastrear la fuente del antisemitismo nos remontaremos 3.800 años atrás, a las profundidades de la nación israelí. Mesopotamia fue la cuna de la civilización humana. Hasta entonces todos vivían en paz, sin conflictos, hasta que todo cambió de repente. El ego humano, la preocupación por el beneficio personal a expensas del bien común, surgió y causó que los babilonios se concentraran en sí mismos y se explotaran mutuamente. En el punto más álgido de la erupción, los residentes locales empezaron a pensar que podían controlar el mundo y construyeron la Torre de Babel como un símbolo de sus aspiraciones egoístas.

 

Un famoso babilonio, Abraham, se negó a aceptar esta situación. Investigó lo que estaba sucediendo, lo descubrió y desarrolló un método para superar y trascender el ego. Quienes lo escucharon se reunieron y aprendieron lo que él les reveló. Con el paso de los años, su grupo de estudiantes creció y se convirtió en la nación israelí, cuya singularidad es el propósito por el cual se fundó: la implementación del método para elevarse por encima del ego, la sabiduría de la Cabalá y su difusión a todas las naciones.

 

Hoy, nuevamente nos estamos descubriendo a nosotros mismos como una sociedad humana cerrada en todos los aspectos, tan confundida como estábamos en Babilonia. El ego se ha desarrollado hasta un punto en el que hemos llegado a edificar una moderna Torre de Babel: una red global interconectada de comercio global y relaciones económicas basadas en intereses egoístas estrechos. Como en el pasado, hoy hemos construido una torre que nos separa y no tenemos adónde correr. En el mundo de hoy, la humanidad se encuentra atrapada entre la interdependencia global que nos conecta, por un lado, y los intereses egoístas competitivos que nos separan, por el otro.

 

En esta coyuntura es exactamente donde nosotros, el pueblo de Israel, entramos en escena.

 

Los cabalistas han escrito extensamente sobre nuestra era única. Por un lado, es un momento en que la humanidad se da cuenta de que el ego nos lleva a un callejón sin salida, y por otro lado, es un momento en que las condiciones para la absorción del sistema de Abraham maduran. Además, la humanidad, que necesitará este método, responsabilizará al pueblo de Israel de retener el método a la humanidad, como si tuvieran un secreto que no están compartiendo con el resto del mundo.

 

Ha llegado el momento.

 

Nuestra misión, según el cabalista más destacado del siglo XX, Yehuda Ashlag (Baal HaSulam), es ser un conducto para transferir a la humanidad el sistema que nos permite trascender el ego. Sin embargo, para que eso suceda primero debemos implementarlo nosotros mismos.

 

Mientras no lo hagamos, el sufrimiento a nivel personal y global seguirá aumentando. Al mismo tiempo, la humanidad siente de manera inconsciente que el pueblo judío tiene algo especial y la clave para una vida mejor para cada persona en este planeta. Dicha interdependencia se manifiesta en el hecho que cuanto más nos demoremos en implementar nuestro rol, más nos odiarán.

 

El fuerte aumento del antisemitismo en todo el mundo es un hecho que no puede ser discutido. Sin embargo, a diferencia de las oleadas anteriores de antisemitismo, esta vez la raíz del fenómeno y su solución son más claramente visibles. El hecho de que la nación fundada por nuestro patriarca Abraham haya abandonado su objetivo no cancela nuestra obligación de cumplir nuestro papel. Por lo tanto, particularmente en la era global, cuando todos estamos conectados en una sola red, una vez que regresemos a un estado unificado, podremos ofrecer a la humanidad en su totalidad el método de unidad y amor entre los seres humanos. “Y cuando hagan esto, será fácil ver que con Su trabajo toda la envidia y el odio serán eliminados de la Humanidad” (Baal HaSulam, artículo» La Paz «).

 

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