Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Europa: la Babilonia de nuestro tiempo

Europa la Babilonia moderna

La Europa de hoy recuerda a ese convulso período de la antigua Babilonia en el que prevaleció la división entre personas. Analizar esa época histórica nos ayudará a entender por qué, en la actualidad, el viejo continente encarna la esencia de la humanidad y cómo la reparación de su tejido social puede significar un importante precedente para resolver desafíos similares en el resto del mundo.

Hace unos 3.800 años, en Babilonia, a orillas de los ríos Tigris y Éufrates, en una región desértica cerca del actual Iraq, la humanidad vivía en grandes clanes que se apoyaban unos a otros. Vivían juntos, como si fueran allegados, hasta que esa buena relación se hizo añicos. En el seno de los babilonios, el deseo egoísta creció y cada uno comenzó a exigir cada vez más beneficios personales a expensas de los demás. Y eso despertó disputas y una crisis. El ego exacerbado los llevó a construir una torre que llegara hasta los cielos, una manifestación simbólica de la orgullosa ambición que cada uno sentía: conquistar el universo.

Al principio, solo se hablaba un idioma. Pero después, su división ideológica evolucionó desembocando en la aparición de muchos idiomas, y dejaron de entenderse. Su vida conjunta se rompió en mil pedazos, la camaradería y el sentido de pertenencia a un solo pueblo desaparecieron y acabaron dispersándose en todas direcciones.

Uno de los líderes espirituales de Babilonia, Abraham, se preguntó por la naturaleza de esa profunda grieta social. Descubrió que esa brecha era consecuencia del crecimiento natural e inevitable del egoísmo de la humanidad: el placer se obtenía de explotar a otros en beneficio propio, el origen de las relaciones humanas distorsionadas. Abraham recorrió las diversas tribus y clanes apelando a todo aquel que sintiera la necesidad de construir una nueva sociedad.

Congregó a representantes de las 70 naciones de la antigua civilización de la humanidad y formó un nuevo pueblo llamado «Israel», del hebreo Yashar-El (directo al Creador). El pueblo de Israel era muy diverso. Todos hablaban diferentes idiomas y tenían opiniones y percepciones muy distintas, pero aceptaron sentarse juntos en la tienda de Abraham y aprendieron a superar sus diferencias. En aquel entonces, el denominador común entre el pueblo de Israel era la idea de unidad por encima de las diferencias.

El método de conexión transmitido por Abraham consistía en que hay una fuerza que nos mantiene unidos: la fuerza del amor. Según ese método, nuestros desacuerdos se mantienen a la vez que nos elevamos por encima de ellos según el principio: «el amor cubre todas las transgresiones». Abraham les enseñó a construir relaciones sanas y positivas por encima del creciente egoísmo.

Durante muchos años, en aquella Babilonia, vivimos en un estado de aparente calma. Pero al cabo del tiempo, el ego, que iba cociéndose a fuego lento bajo la superficie, comenzó a hervir. Es más, ese desbordamiento del ego aún continúa en nuestros tiempos. Nuestro egoísmo sigue aumentando y provocando cambios en todos los niveles de la existencia. Aviva los intereses personales y causa conflictos globales, impulsa movimientos migratorios masivos de un continente a otro, provoca hambre, pobreza, colapsa las economías, sabotea las relaciones y despierta el terror y las protestas.

Hoy, el continente europeo es el lugar donde se localizan todos los cambios anteriormente mencionados. El reino de Babilonia ha evolucionado hasta convertirse en la Europa de hoy. A pesar de su riqueza en historia, educación, cultura, ciencia y avances médicos, los europeos se han quedado encerrados en sí mismos, como los antiguos babilonios. Se han convertido en un pueblo insular y alienado. En una palabra: egoístas.

Es cierto que no hay continente o país que pueda atribuirse ser perfecto, pero nos centraremos en Europa porque representa la quintaesencia de la humanidad: la civilización contemporánea repartida en 38 países y cada nación con su propio idioma, su propio estilo particular, su propio carácter egoísta mientras luchan por mantener una frágil fachada de unidad.

La Europa de hoy no es una Europa de países que conquisten, gobiernen o dicten un nuevo orden mundial. Cada vez son más los europeos que están preocupados por el incierto futuro de Europa. La incapacidad de absorber adecuadamente a decenas de miles de inmigrantes de culturas extranjeras y los extremos que aparecen en la política no son un buen augurio para los próximos años. Todo se desmorona entre sus manos y, lo que es peor, nadie ofrece una solución real. No hay ningún plan en el horizonte que garantice un buen futuro a la nueva generación.

Pero más allá la desesperación acumulada a lo largo de la historia de la humanidad, todavía tenemos que darnos cuenta de que estamos juntos en un mismo barco: o navegamos unidos o nos hundiremos todos. Para poder mantenernos a flote y tener éxito, contamos con el método de conexión de Abraham, la sabiduría de la Cabalá, que ha crecido y evolucionado después de haber sido transmitida sigilosamente de generación en generación –escondida de las masas– para ser revelada solamente cuando la humanidad estuviera lista para asimilarla. Y ese momento ha llegado: es ahora cuando el egoísmo ha alcanzado su punto máximo y es necesario un método accesible a todos para equilibrarlo.

La Convención Mundial de Cabalá que se celebrará a mediados de noviembre en Bulgaria reunirá a cientos de europeos de todo el continente junto con israelíes y representantes de muchos otros países. Se reunirán hablantes de diferentes idiomas y dialectos, hombres y mujeres de todos los ámbitos de la vida, diferentes edades y visiones del mundo. Juntos, estamos a punto de dar un pequeño pero importante paso hacia la unidad por encima de todas las diferencias, hacia la conexión entre los europeos, así como entre Europa, Israel y otras zonas del mundo: una reconexión de esa antigua civilización tras miles de años de separación.

Nuestro objetivo es construir un nuevo tipo de torre entre nosotros por medio de la fuerza de conexión, que se sustenta en un amor que proyecta calidez y respaldo al mundo. Esta conexión fraternal restablecerá los lazos que se habían roto a lo largo de los siglos. Volvamos a ser una Babilonia unida, pero esta vez sin ninguna confusión, sino con un deseo compartido de aunar nuestras voces en una sola.

Notaremos el beneficio y la sensación positiva de la conexión que logremos aun mucho después de que termine la convención. Y aunque cada participante y grupo regrese a hogar, y en apariencia se desconecte físicamente, permanecerá en nosotros la sensación de pertenecer a una familia. Esa calidez no solo nos dará seguridad personal y una perspectiva positiva de la vida, sino que también proporcionará un ejemplo de cómo una sociedad prioriza la unidad por encima de las diferencias como solución a todos los problemas; el camino hacia un mundo mejor.  

Y seremos pioneros, los primeros en esta generación que son capaces de unirse y difundir la importancia de la conexión por todos los medios posibles. La fuerza de nuestra conexión llegará a los corazones de todos los europeos, devolviendo la esperanza perdida, invitando a todos a ser parte de nosotros: la afectuosa familia en la que todos tienen cabida.

Publicado en: News
Un comentario sobre “Europa: la Babilonia de nuestro tiempo
  1. Diana Cuervo dice:

    Cómo podemos participar y aportar los que no viajaremos a Bulgaria?

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