Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Elecciones en EE.UU: un vistazo panorámico

América es una nación de intrépidos pioneros que se ha estancado y convertido en retrógrada. Ahora debe recobrar su audacia.

Sea quien sea el que finalmente ocupe la Casa Blanca los próximos cuatro años, tendrá que hacer frente a un arduo trabajo. Como ontólogo y cabalista –auténtico, no al estilo de Hollywood– encuentro fascinante cómo se están desarrollando estas elecciones. Nunca ha habido en Estados Unidos unas elecciones donde la personalidad y la aptitud de los candidatos se observaran de forma tan escrupulosa; y nunca el pueblo estadounidense ha estado tan angustiado con los resultados antes incluso de producirse la votación. Y sin embargo, nunca una elección ha sido tan importante: no solo para Estados Unidos, sino para el mundo entero.

 

Interminables problemas

Cuando se analiza el legado del actual gobierno, uno no puede evitar pensar en el término “tierra quemada”. La presente administración ha resucitado la Guerra Fría con Rusia, ha alejado a aliados tradicionales como Turquía e Israel, ha asfixiado las relaciones entre Estados Unidos y China en el Mar de la China Meridional y ha devastado Europa tanto financiera como socialmente. En tan solo ocho años, el Presidente Obama ha modificado el estatus internacional de Estados Unidos: de ser el pacificador del mundo a convertirse en el mayor belicista del mundo.

Ahora bien, Obama no solo ha hundido Europa. Los negros, su electorado más incondicional, se encuentran en peores condiciones que en 2008. Los campus estadounidenses –auténticos bastiones de democracia en el pasado– se han convertido en un hervidero de antisemitismo e intolerancia, al tiempo que la deuda estudiantil se dispara llegando a plantear un riesgo de estallido de otra burbuja financiera. Y como colofón, el “Obamacare”, la guinda del pastel de la presidencia de Obama, se está desmoronando, y aquellos desfavorecidos a los que se pretendía beneficiar están pagando un alto precio. Creo que es razonable decir que, en general, hoy por hoy nadie está mejor que cuando Obama asumió el cargo por primera vez. A excepción del uno por ciento más rico y los inmigrantes musulmanes recién llegados.

 

Anticuado frente a audaz

Cuanto más analizamos la trayectoria política de Hillary Clinton, más obvio se vuelve que, si resulta elegida, no solo proseguirá con las políticas de su predecesor, sino que las implementará con más vigor todavía. Debido a sus orígenes, Obama siempre estuvo bajo constante escrutinio. Pero Clinton, al ser blanca e incuestionablemente cristiana, no tendrá que acreditar nada. Para bien o para mal, ella forma parte del poder político y dará continuidad a las políticas que los gobiernos de estadounidenses han venido aplicando desde hace más de treinta años. Con ella como presidenta, cabe esperar una aplicación más vehemente de la política de fronteras abiertas: aceptar a cientos de miles de migrantes y concederles cupones para alimentos, asistencia sanitaria gratuita y ayudas monetarias, dejando que los pobres y desfavorecidos en América sigan pasando hambre.

Las manos de Clinton están atadas por los bancos y las corporaciones que han financiado su carrera política desde el principio. Incluso si quisiera, aunque dudo que así sea, Clinton será incapaz de replantear estrategias o innovar. Otros cuatro años con el actual modelo en la Casa Blanca sumirán a América en una espiral descendente.

Al otro lado de la campaña está Donald Trump. Me asombra su éxito porque parece ser algo más que una simple cuestión de rebelión contra el establishment. Al parecer, el público se da cuenta de la incapacidad de Clinton para cambiar. Trump está diciendo la verdad sobre el gobierno y sus políticas, y el público lo encuentra revigorizante. Puede resultar contundente y ofensivo, pero comparado con la evasiva y ambigua Clinton, su franqueza y su audacia parecen ser el cambio que muchos estadounidenses están esperando.

 

Elige tu caballo con sensatez

Hasta hace poco el “sueño americano” era el sueño de todos; no solo en América, sino en todo el mundo. Hoy en día, no solo en América, son muy pocos los que creen en él. En un mundo que se ha vuelto interconectado e interdependiente, el presidente de los Estados Unidos debe desplegar su destreza a nivel nacional pero también debe integrar a Estados Unidos en los mercados globales. El “sueño” ahora tiene que ser compartido o por todos o por nadie.

En el presente, Estados Unidos está oprimiendo a otros países. En lugar de utilizar sus amplios recursos naturales y tecnológicos para beneficiarse a sí mismo y al mundo entero, los está aprovechando para someter a otras economías. Los resultados de esta confrontación económica son horrorosos. En vez de disfrutar de prosperidad, la mayoría de los estadounidenses siguen luchando para salir adelante y la economía mundial se hunde.

Hay un refrán que dice “no he elegido ningún caballo en esta carrera”. Pero viendo la creciente dependencia mutua del mundo y examinando las habilidades de cada candidato para adaptarse a ella, resulta bastante obvio quién será capaz de aprovechar esta coyuntura y quién ineludiblemente la desperdiciará.

 

Primero educar, después implementar

Dado que la sociedad humana atraviesa un cambio radical en sus esquemas de pensamiento, no es posible que sigamos explotándonos unos a otros tan deliberadamente. La globalización significa que somos interdependientes y, por lo tanto, debemos asegurarnos de que todos disfruten de la prosperidad que este mundo nos puede ofrecer. América, la nación más poderosa del mundo, debe ser un modelo a seguir en todo lo que se refiere a colaboración y conexión entre países, y debe propiciar la confianza y la buena fe. Los empresarios tienen una inclinación natural hacia esas cualidades, mientras que los políticos tienden a velar solamente por sus propios intereses y los de sus seguidores.

Para llegar a un mundo satisfactoriamente conectado, es preciso educar a la gente sobre el significado de la globalización y la interconexión, sobre cómo prosperar en un mundo con distintas mentalidades y opiniones, y cómo impedir que esa diversidad nos separe. El lema del próximo presidente estadounidense debería ser “primero educar, después implementar”.

Si Estados Unidos sigue aceptando inmigrantes sin educarlos acerca de la democracia, la libertad de expresión y de pensamiento, su destino será el mismo que el de Europa. Cuando ideas como la creación de un “nuevo Alepo” en Alemania, o el establecimiento de un nuevo estado sin ley en Suecia se empiezan a tomar en serio, uno se da cuenta de que ya es demasiado tarde para Europa. Los europeos, en vez de proporcionar educación a los inmigrantes antes de su llegada, primero los aceptan y luego se dan cuenta de que resulta imposible integrarlos en la sociedad. Y la consecuencia obvia de este tremendo error es que Europa está condenada a desaparecer.

 

Audaces de nuevo

Ciertamente, la insolente franqueza de Trump a muchos les resulta ofensiva. Sin embargo, si Estados Unidos desea seguir existiendo, debe aprovechar este momento de franqueza y utilizarlo para corregir los males de su sociedad. Si así lo decide, la sociedad americana todavía puede alcanzar la cohesión necesaria para su recuperación. No obstante, para que esos esfuerzos sean fructíferos, debe adoptar la política de “primero educar, después implementar”.

Para mí, estas elecciones están siendo un espectáculo fascinante. América es una nación de intrépidos pioneros que se ha estancado y convertido en retrógrada. Ahora debe recobrar su audacia. Es algo crucial no solo para los Estados Unidos, sino para el mundo entero.

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