Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

El remedio para la ansiedad económica causada por la pandemia del coronavirus

A medida que la pandemia de coronavirus avanza a nivel mundial, es preciso pensar que nadie en el mundo estará exento de su impacto económico.

Así como el avance de la capacidad global para contener la pandemia de coronavirus es incierta, también lo es el pronóstico económico, se estima que el efecto de COVID-19 en la economía mundial, este 2020, superará el trillón dólares en pérdidas.

Sorprendentemente, el miedo a un terrible daño económico se vuelve más fuerte que la ansiedad por el daño a la salud. La pérdida de empleos está dejando estancada a mucha gente y esa amenaza, a diario toma nuevas formas. 

Indudablemente, los ciudadanos comunes que dependen de un ingreso mensual básico o promedio, para poner comida en la mesa de su familia y cuya pareja se ve obligada a quedarse en casa para cuidar a los niños, se enfrentan a una nueva realidad aterradora. Las largas colas para comprar artículos de primera necesidad, como papel higiénico y las reglas que les advierten que se mantengan alejados de las multitudes, les producen temor por su vida, piensan en su destino y en la paralizante incertidumbre ante lo desconocido.

Los dueños de negocios, grandes y pequeños, están en grave peligro. Rápidamente, sus cuentas caen en déficits, su rutina diaria se rompe. Los clientes, proveedores y pedidos se detuvieron y nadie sabe cuándo ni en que medida se reactivarán. Nadie da nada a los dueños de negocios ¿quién se encargará de ellos? ¿quién puede garantizar que el virus será eliminado de la tierra mañana y que la vida volverá a la normalidad?

La sociedad humana se desintegra y se escurre de nuestras manos desinfectadas. Durante años hemos vivido unos de otros, de repente, en un momento, todo se congeló y neutralizó. La amenaza provocada por el coronavirus llegó a todas las esferas económicas, pero el golpe más fuerte es para el sector turístico. No hay vuelos ni hoteles ni restaurantes, es la sentencia de muerte para la industria del turismo.

Por eso, los gritos de desgracia y desesperación que surgen con cada nueva limitación y el nuevo nivel de severidad posterior, derivado de la pandemia, son comprensibles. Sin embargo, también podemos encontrar consuelo en que la humanidad se está viendo en el espejo, descubre que creó una sociedad disfuncional que exalta su propia importancia. Ahora, con la economía paralizada, tenemos en la boca, el fuerte sabor de los frutos en mal estado que cosechamos durante mucho tiempo, con nuestra conducta egoísta y debemos afrontar nuestra situación actual.

Así que, este es un momento exaltado para buscar el alma nacional y global. Es tiempo de preguntarnos ¿qué quiere la naturaleza de nosotros? ¿para qué nos dio la vida? ¿fue sólo para encontrar la forma de sobrevivir en este planeta? ¿qué hemos logrado? En los primeros treinta años de nuestra vida, pasamos por los niveles de educación primaria, secundaria y superior. Viajamos por el mundo, luego pasamos otra década construyendo una familia, trabajamos compramos casa, automóvil y criamos hijos.

¿Y que sigue? Nos arrojaron a un remolino del cual es difícil salir. Vivimos una forma moderna de esclavitud, encerrados en jaulas doradas y en redes sociales. Ahora, de repente, aislados de todo por el coronavirus, tenemos oportunidad de cambiar. Sólo tenemos que descubrir por qué nos llegó este problema global, para entender cómo aprovecharlo al máximo.

Este es el aspecto positivo del coronavirus. Ayuda a dilucidar el sistema integral en el que vivimos, el sistema de la naturaleza, que es interdependencia, donde cada parte ayuda a la otra. La excepción es el ser humano, que sabemos que está dispuesto a destruir todo, a invadir y conquistar, sólo para sentirse bien. No quiere integrarse con las leyes interconectadas e interdependientes de la naturaleza.

Luego, llega el coronavirus y destruye el edificio de anti-integración que creamos en la sociedad humana. Esto nos forzará a hacer un nuevo examen del orden de la vida y a comprender que si seguimos actuando de esta manera salvaje, como egoístas con mente estrecha y no atendemos sólo las necesidades básicas de nuestro cuerpo -igual que cualquier otro animal o planta en la naturaleza-, haremos daño a nosotros y al entorno. Esta «excepción» humana es lo que necesitamos equilibrar, para conectarnos con el sistema integral de la naturaleza, para que podamos ser felices y estar satisfechos con nuestra vida.

El programa de la naturaleza nos obliga a hacer este ajuste crítico. Anticipemos el antídoto contra el virus, abramos nuestros oídos a los mensajes de los cabalistas y a lo que está escrito en sus libros: que vivimos en un mundo donde todo es bueno, que sólo nosotros, los seres humanos, con nuestras relaciones egoístas, somos los que lo desequilibramos y sacamos de balance.

Si nos tratamos bien, con responsabilidad y consideración mutua, comenzaremos a descubrir la naturaleza plena y eterna en la que vivimos; tendremos, en la Tierra, una vida sin miedo, libre de presión, una vida larga, saludable y hermosa .

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