Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Cuando un debate se convierte en odio, estamos decretando nuestro destino

Ningún emperador sobre la Tierra nos ha podido derrotar, pero cuando olvidamos que todos los judíos son responsables unos de otros, nos estamos derrotando a nosotros mismos. Hoy, se vislumbra otra derrota así.

Tras la retirada de los detectores de metal en los accesos al Monte del Templo, Rami Hamdallah, primer ministro de la Autoridad Palestina, dijo: “Nuestra nación ha demostrado que con firmeza, unidad nacional y lucha pacífica, Jerusalén seguirá siendo nuestra capital eterna y la corona de la identidad que nos une”.

Las naciones de todo el mundo árabe se unen en contra de lo que el rey de Jordania, Abdullah II, denominó la “judaización de los lugares sagrados” en Jerusalén. En el centro de Ammán, una multitud hizo un llamamiento al mundo árabe e islámico para unirse en apoyo del tercer lugar más sagrado del Islam. En Turquía, hubo protestas en Ankara y Estambul en solidaridad con Al-Aqsa. Incluso en Kuala Lumpur miles de musulmanes de Malasia participaron el viernes en una manifestación para “salvar Al-Aqsa”, según al-Jazeeranet.

Al mismo tiempo, en Israel, los políticos están en un juego de acusaciones sobre quién tomó la desafortunada decisión de quitar los detectores o quién tomó la desafortunada decisión de haberlos colocado allí. Del mismo modo que el mundo árabe aprovecha todas las oportunidades para unirse en nuestra contra, nosotros aprovechamos todas las ocasiones para dividirnos más.

El martes pasado conmemoramos el 9 de Av, fecha de la destrucción de los dos Templos. El ex gran rabino del Reino Unido, Lord Jonathan Sacks, dijo en un video que publicó en memoria de la destrucción del Templo: “Debatimos con vehemencia y eso forma parte de nuestra fuerza. Pero cuando eso permite que nos separemos, se vuelve algo tremendamente peligroso. Porque ningún emperador sobre la Tierra ha sido capaz de derrotarnos, pero en ocasiones hemos sido capaces de derrotarnos a nosotros mismos. (…) Recuerden el fundamento supremo del pueblo judío. Todos los judíos son responsables unos de otros”.

En estos momentos, da la impresión de que hemos olvidado completamente este fundamento supremo. Por lo tanto, no debería sorprendernos la existencia de indicios claros de que otra derrota está en camino. Y una vez más por culpa de nuestro odio mutuo.

¿Por qué los árabes pueden unirse y nosotros no podemos? ¿Qué hace que sintamos un odio tan profundo entre nosotros hasta el punto de que muchos prefieran aliarse con nuestros enemigos en lugar de dialogar con otro judío con opiniones distintas?

 

Paz entre dos opuestos

El Rabino Sacks dijo que debatir es “parte de nuestra fuerza”. Pero debatir es algo más que eso. Toda nuestra nación está basada en discusiones que conseguimos vencer por medio del amor. El rey Salomón escribió (Proverbios, 12:10), “El odio despierta contiendas, y el amor cubre todas las transgresiones”. El libro del Zóhar escribe (Ajarey Mot) que cuando los amigos “se sientan juntos, al principio, parecen personas enfrentadas, deseando matarse unos a otros. Luego, vuelven a estar en amor fraternal”. Y prosigue El Zóhar: “por vuestro mérito habrá paz en el mundo”.

El libro Likutey Etzot (compendio de consejos) añade otro aspecto a la conexión que trasciende los conflictos: “La esencia de la paz es conectar dos opuestos. Por lo tanto, no te alarmes si ves a una persona cuya opinión es completamente opuesta a la tuya y piensas que nunca podrás sellar la paz con ella. O cuando ves a dos personas que son completamente opuestas entre sí, no digas que es imposible que haya paz entre ellos. Por el contrario, la esencia de la paz es tratar de sellar la paz [por encima] de los dos contrarios”.

En efecto, los judíos nos convertimos en una nación solamente cuando nos comprometimos a elevarnos por encima de la desunión que adquirimos en Egipto y unirnos “como un solo hombre con un solo corazón”.

No fue fácil alcanzar nuestra unidad. Los primeros discípulos de Abraham provenían de diferentes clanes de toda Babilonia y Oriente Próximo. Lo único que los mantuvo unidos fue la creencia de que el principio de misericordia y amor al prójimo era la forma correcta de vida. Pero los descendientes de Abraham no preservaron la unidad y terminaron en Egipto, donde José logró unirlos una vez más.

Tras su muerte, los israelitas volvieron a dar de lado la unidad y dijeron: “Seamos como los egipcios” (Midrash Rabá, Shemot). En consecuencia, “el Señor transformó en odio el amor que los egipcios sentían por ellos”. Si los hebreos hubieran mantenido su unidad en Egipto, no habrían sido esclavizados. 

Moisés se dio cuenta de que la ausencia de unidad era el origen de la ardua situación de los israelitas y construyó su unidad con el compromiso de amarse unos a otros como se amaban a sí mismos. Por esta razón Rabí Akiva dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo es la gran regla de la Torá” (Talmud de Jerusalén, Nedarim, capítulo 9).

Superando el odio en repetidas ocasiones, el pueblo de Israel desarrolló un método único para la unidad y que no tiene par a día de hoy en ninguna otra parte. Todas las otras naciones se apoyan en un mínimo nivel de afinidad para forjar su idiosincrasia, ya sea el parentesco o la proximidad geográfica. Los judíos, sin embargo, no tienen nada en común salvo la aceptación de una idea: el valor de la unidad sobrepasa todos los demás valores. Cuando falta esto, los judíos vuelven a ser aquellos individuos de diferentes clanes, a menudo hostiles, con suspicacias y enemistades a menos que una fuerza exterior los obligue a unirse.

Estas excepcionales circunstancias son, en cierto modo, un arma de doble filo. Cuando los judíos están unidos, lo están mucho más que cualquier nación ya que lo que les une es la creencia de que el valor de la unidad está por encima todos los demás valores. Pero cuando los judíos están enfrentados, tienen tanto odio mutuo que pueden llegar a cometer entre ellos las atrocidades de hace dos mil años, justo antes de que los romanos invadieran la atormentada ciudad y masacraran lo que quedaba de sus habitantes.

 

Acabar con el juego de acusaciones

La unidad que forjó a la nación judía era tan excepcional que inmediatamente después de alcanzarla se encargó a los hebreos que la compartieran y que fueran “una luz para las naciones”: un modelo de unidad por encima de los conflictos. Por eso, mientras mantenemos nuestra unidad, estamos a salvo y podemos prosperar. Pero en cuanto la abandonamos, nos volvemos prescindibles a ojos del mundo y rebrota la ira que denominamos “antisemitismo”. Este es también el motivo por el que Maor VaShemesh escribe: “La principal defensa contra las calamidades es el amor y la unidad”.

Hoy la nación judía está dividida, tanto en Israel como en la diáspora. En esa situación no estamos siendo “una luz para las naciones”: estamos irradiando división interna y odio mutuo. Y por eso las naciones, todas las naciones, quieren ver el fin del Estado de Israel y la extinción del pueblo de Israel.

En su “Introducción al libro del Zóhar”, Baal HaSulam menciona el célebre Tikún 30 de El libro del Zóhar, que establece que cuando judíos no están unidos, “provocamos pobreza, ruina, robo, saqueos, matanzas y destrucción en el mundo”. Esto es precisamente lo que los antisemitas dicen que provocamos. Cuando el profesor de estudios coránicos Imad Hamato declaró: “Incluso cuando los peces luchan en el mar, los judíos están detrás de ello”, sin darse cuenta estaba haciendo una reflexión con las mismas palabras de El Zóhar.

Nuestra actual división está infligiendo dolor no solo a nosotros mismos, sino al mundo entero, por eso y el mundo entero está molesto con nosotros. Nuestra división une a los árabes en contra nuestra incitando al mundo entero a apoyarlos. Si tuviéramos unidad, no habría necesidad de fórmulas innovadoras para justificar la existencia de nuestro país. El mundo sentiría el beneficio del Estado de Israel y del pueblo judío, del mismo modo que hoy se siente justo lo contrario. “El éxito de nuestra nación depende únicamente de nuestro amor fraternal, de conectarnos unos a otros como miembros de una sola familia”, escribió Shmuel David Luzzatto.

Asimismo, Jonathan Sacks habla en el vídeo que mencionamos anteriormente acerca del pueblo judío como una gran familia: “Puede que no estemos de acuerdo en nada, pero seguimos siendo una amplia familia. Y lo más importante es que si uno no está de acuerdo con un amigo, puede que mañana ya no siga siendo su amigo. Pero si uno no está de acuerdo con su familia, mañana todavía seguirán siendo familia”.

Si pudiéramos comportarnos unos con otros como Sacks describe, seríamos “una luz para las naciones”. Pero no es así, y con ello estamos acarreándonos las atrocidades que nuestra desunión nos trajo a lo largo de los siglos. En breve el mundo encontrará alguna justificación “razonable” para explicar que el establecimiento del Estado de Israel fue un error y revocará esa resolución de la ONU, dejando indefensos a todos los judíos en Israel y en el mundo entero. Serán perseguidos una vez más, pero esta vez por todo el planeta.

Solo los judíos podemos detener esta espiral descendente, como nos dice el libro Shem MiShmuel: “Cuando Israel son ‘como un solo hombre con un solo corazón’, son como una muralla contra las fuerzas del mal”.

Han concluido los días del lamento por la destrucción del templo y nos acercamos al 15 de Av, la fiesta del amor. Seamos merecedores de esa festividad, seamos lo que estamos destinados a ser: una nación modelo que muestra cómo elevar la unidad por encima de la desunión, la conexión por encima de la separación y el amor por encima del odio. Seamos “una luz [de amor] para las naciones”.

 

Etiquetado con: , ,
Publicado en: News