Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

¡Buenas noticias! Ya se puede hablar de antisemitismo en América

…así que ahora podemos hablar de las causas y las soluciones.

Aunque un poco más tarde se descubrió que las amenazas provenían de un antisemita judío, el pánico generado fue el mismo. En poco más de un mes, más de 100 sinagogas y Centros de la Comunidad Judía recibieron amenazas de bomba y tuvieron que ser evacuados. En otros hechos, tres cementerios judíos fueron objeto de vandalismo, se realizaron disparos contra una sinagoga mientras había personas en su interior y se pintaron esvásticas en coches e inmuebles.

“Tuve que salir rápidamente del trabajo en dos ocasiones después de recibir mensajes diciendo que los niños habían sido evacuados del edificio”, dijo una madre del Medio Oeste, que pide permanecer en el anonimato para no llamar más la atención de “los perturbados detrás de estos actos intimidatorios”.

“Sé que podría suceder en cualquier lugar, pero el hecho de que últimamente las llamadas están sucediendo en el Centro de la Comunidad Judía hace que estés siempre con nervios”, dijo Allison Vitagliano, cuyo hijo de 4 años de edad, fue evacuado de su establecimiento preescolar en el CCJ del centro de Nueva Jersey.

“Me doy cuenta de que vivo en una burbuja de ingenuidad porque no entiendo de dónde viene este odio. Sabía que había discriminación contra musulmanes, mexicanos, negros y homosexuales, pero me resulta extraño que le esté sucediendo a los judíos. Pensé que esto era cosa del pasado y que podríamos centrarnos en apoyar a los otros grupos que están siendo atacados”, dijo Taylor, un antiguo miembro de la junta directiva del CCJ en Maitland, Florida.

“Mentiría si dijera que ninguno de nosotros tiene miedo”, dijo Alison Levy, que pidió no mencionar el nombre de la escuela de su hijo por miedo a que pudiera ser objeto de nuevos ataques.

El lunes, después de la escuela, la hija Honora Gathings no la saludó cuando llegó a casa como suele hacer. En vez de ello, dijo: “Tuvimos un código negro”.

Los medios de comunicación hablan de esta ola de odio a los judíos como algo nuevo en Estados Unidos, pero no lo es. Durante la administración de Obama, hubo al menos 7.000 incidentes antisemitas en los EE.UU., sin embargo fueron ampliamente ignorados por los medios de comunicación por razones políticas. Ahora que la administración ha cambiado, los medios de comunicación no están obligados a proteger la Casa Blanca, y por eso finalmente podemos hablar abiertamente de antisemitismo en América y reflexionar sobre lo que esto significa para los judíos estadounidenses.

Odio sin igual

En primer lugar, no debemos ser ingenuos, como dijo Taylor más arriba. El antisemitismo es el odio más ancestral y persistente; continuará cuando todos los demás odios hayan desaparecido. Hay una característica especial en el odio a los judíos: no es realmente odio a los judíos, sino ira contra los judíos.

La causa de esta ira deriva de nuestro origen y nuestro propósito. El pueblo judío es diferente a cualquier otro pueblo. Su primera manifestación tuvo lugar hace casi 4.000 años en la antigua Babilonia. En ese momento, Abraham, hijo de un sacerdote babilonio llamado Terah, notó que algo malo le estaba ocurriendo a su patria. A pesar de la abundancia de agua y alimentos, los babilonios estaban cada vez más enojados unos con otros; poco a poco se enfurecieron y se volvieron hostiles unos con otros, poniendo en peligro su floreciente civilización. El libro Pirkey de Rabí Eliezer describe cómo los constructores de la Torre de Babel “querían hablar entre ellos, pero no conocían el idioma del otro. ¿Qué hicieron?”, nos relata el libro, “Cada uno tomó su espada y lucharon unos contra otros hasta la muerte. De hecho, medio mundo fue exterminado allí, y desde ahí se dispersaron por todo el planeta”.

Abraham estaba profundamente preocupado por los tormentos de su pueblo, los babilonios, y empezó a reflexionar sobre el problema, como describe detalladamente Maimónides en Mishná Torá (Capítulo 1). Al final, Abraham se dio cuenta de que el odio que estallaba en toda su patria era imparable: era una fuerza de la naturaleza. Abraham también se dio cuenta de que el odio entre las personas con el tiempo solo iría en aumento debido a la incontrolable envidia de la naturaleza humana. La envidia hace que no solo queramos tener en abundancia, sino que además queramos tener más que otros para ser superiores a ellos.

Nuestros sabios resumieron este rasgo de la naturaleza humana con dos famosos truismos: 1) “La inclinación del corazón del hombre es malvada desde su juventud” (Gen 8, 21). 2) “Un hombre no abandona este mundo con la mitad de sus deseos en su mano. Por el contrario, si tiene cien, quiere tener doscientos, y si tiene doscientos, quiere tener cuatrocientos” (Kohelet Rabah 3:13).

Cuando Abraham comprendió que no podía detener el crecimiento del odio, buscó una solución en la naturaleza. Observó que, en la naturaleza, la fuerza negativa de la destrucción se equilibra con una fuerza igual de fuerte: la fuerza positiva de la conexión. Hoy sabemos que protones y electrones no podrían mantener la estructura del átomo en armonía sin el equilibrio mutuo entre la fuerza que atrae y la que repele, equilibrio que debe mantenerse en todos los niveles de existencia. La revelación de esta armonía entre las fuerzas inspiró a Abraham para enunciar un nuevo modo de comportamiento en la sociedad humana.

En lugar de imponer las leyes que suprimen nuestra naturaleza humana intrínsecamente egoísta –un intento que constantemente fracasa porque nuestro odio mutuo crece sin parar–, Abraham estableció que debemos reforzar nuestra unidad. En vez de centrarnos en lo malo, Abraham dijo que debíamos fijarnos en el bien: en la misericordia, el amor, la compasión y la unidad. Así como la naturaleza equilibra la fuerza positiva y negativa de una forma natural, los seres humanos deben hacerlo de manera consciente.

 

Una noción para todas las naciones

En cuanto Abraham se dio cuenta de que había encontrado la clave de la desdicha de los babilonios, comenzó a difundir la noticia por todas partes. Desgraciadamente, a Nimrod, su rey, le contrariaban las ideas de Abraham. En vez de adoptar la idea de la unidad por encima del odio, Nimrod persiguió a Abraham hasta expulsarlo de Babilonia.

Pero mientras este expatriado erraba hacia Canaán, continuaba hablando acerca de su revelación. Según Maimónides, “miles, decenas de miles, se reunieron en torno a él, y ellos son el pueblo de la casa de Abraham. Él plantó ese principio en sus corazones, escribió libros y enseñó a su hijo Isaac. E Isaac se sentó y enseñó, advirtió e informó a Jacob, y lo convirtió en maestro, para que pudiera sentarse y enseñar (…) y Jacob nuestro padre enseñó a todos sus hijos” (Mishné Torá, Capítulo 1). Finalmente, se constituyó una tribu conocedora de la ley de la unidad. La progenie de Abraham continuó desarrollando su método hasta que, finalmente, el rey Salomón lo completó con un verso: “El odio agita la contienda y el amor cubre todas las transgresiones” (Proverbios 10:12).

Abraham nunca creyó que su idea fuera patrimonio exclusivo de su grupo. Quería ayudar a toda la civilización babilónica, pero se vio obligado a abandonar su propósito ya que Nimrod lo obligó a salir de Babilonia. Los discípulos de Abraham eran conocedores de esto y divulgaron las nuevas ideas a todo aquel que quisiera escuchar. Cuando Moisés sacó a los israelitas de Egipto, él también quiso proporcionar a todos la noción de unidad por encima del odio. En su comentario sobre la Torá, el Ramjal escribe que “Moisés deseaba completar la corrección del mundo en ese momento. (…) Sin embargo, no lo logró debido a las corrupciones que se produjeron por el camino”.

Puesto que el mundo no podía ser corregido en aquella época, a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob se les entregó el método y se les encargó que sirvieran como “una luz para las naciones”. La nación de Israel, que nació a los pies del Monte Sinaí, solo fue merecedora del título de “nación” después de que sus miembros se comprometieran a unirse “como un solo hombre con un solo corazón”. Este singular método para constituirse como nación cimentó tan fuertemente su sentimiento de pueblo que, a pesar de los intentos de los babilonios, egipcios, griegos y romanos para aniquilarlos, son ellos los que han desaparecido en los anales de la historia y los judíos continúan existiendo.

Nuestra misión de ser “una luz para las naciones” es la tarea de difundir el método de unidad por encima del odio que Abraham descubrió y sus descendientes perfeccionaron. El odio que percibimos como antisemitismo tiene su origen en nuestro deber de entregar este método de conexión a las naciones: la habilidad de unirse por encima del odio.

Hace unos 2.000 años, sucumbimos al odio y renunciamos a nuestra unidad creyendo que la cultura romana sería más ventajosa para nosotros. En consecuencia, no solo perdimos nuestra tierra, sino que también “ganamos” el odio de las naciones: sin una luz, las naciones, no tenían ninguna esperanza de cubrir su odio hacia los demás, estando así condenadas a incesantes guerras. Por tal razón, los antisemitas como Mel Gibson o el general retirado William Boykin nos responsabilizan de todas las guerras en el mundo. Sin nuestro ejemplo se sienten desesperados y vuelcan su ira en nosotros.

A lo largo de los siglos, hemos sido acusados de todos los crímenes concebibles e inconcebibles. Hemos sido culpados de controlar los medios de comunicación, de usura, de distintos libelos de sangre, de envenenamiento de pozos, de organizar el comercio de esclavos, de deslealtad a nuestros países de acogida, de tráfico de órganos y de propagar el SIDA. Con los años, los comunistas nos acusaron de inventar el capitalismo, y los capitalistas nos acusaron de inventar el comunismo. Los cristianos nos acusaron de matar a Jesús, y el conocido historiador y filósofo francés François Voltaire nos acusó de inventar el cristianismo. Hemos sido tildados de belicosos a la vez que cobardes, racistas y cosmopolitas, sumisos y rebeldes, etc.

Todo esto nos ha sucedido porque dimos de lado nuestra unidad. Cuando estamos unidos, no solo somos fuertes, sino que el mundo tiene esperanza, ve una luz al final del túnel. Cuando nos separamos, ya no somos un pueblo judío, sino la plebe que éramos antes de que Abraham nos congregara en una tribu conocedora del camino hacia la unidad.
 

Nuestro odio mutuo hace que nos odien

El actual antisemitismo en América no difiere de cualquier otro antisemitismo a lo largo de los siglos. Es la ira de los norteamericanos no judíos hacia los judíos por no enseñarles el camino de la unidad. Mucha gente ya vincula la creciente fragmentación de la sociedad estadounidense con el aumento del antisemitismo. Y tienen razón porque las personas que se supone tendrían que ser un modelo de unidad a seguir, en vez de eso, son un modelo de odio tribal. Basta con ver lo que está sucediendo en nuestras comunidades: las personas con opiniones políticas distintas no pueden ir de vacaciones juntas; ¡a veces incluso piden el divorcio por estas diferencias en el voto!

Nuestro odio mutuo hace que los estadounidenses nos odien todavía más. Terminarán culpando a los judíos de su división y nada de lo que puedan decir los judíos les hará cambiar de opinión.

Si queremos poner fin al antisemitismo en América, entonces los judíos debemos primero unirnos entre nosotros. Los judíos progresistas y los conservadores tienen que estar a la altura de las circunstancias, dejar sus diferencias de lado y unirse para poder salvarse. De lo contrario, el odio que se desplegará en América será tan intenso o más que el que invadió a Alemania en la década de 1930, y cuyas consecuencias rememoramos cada año. Podemos ver que está sucediendo ya; no debemos esperar a que sea demasiado tarde. Nuestra misión es unirnos por encima de las diferencias tal como hicieron nuestros antepasados y dejar a un lado todo lo demás, incluida la política.

La unidad en el clima político de hoy puede parecer imposible, pero no lo es. En todo el mundo la gente empieza a darse cuenta de que la unidad por encima de todas las diferencias es la clave para la felicidad. Se reúnen para eventos de unidad y descubren ese mismo “cemento social” que Abraham descubrió hace casi cuatro milenios. El próximo evento que tendrá lugar en los EE.UU. será del 4 al 7 de mayo en Nueva Jersey. Asistirán cerca de mil personas de todas las religiones, razas y orígenes, y espero que la calidez que experimenten allí refuerce su convicción de que la unidad por encima de las diferencias es la única forma viable de establecer una sociedad sostenible y próspera.

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