Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

¿Para qué negar el Holocausto, cuando simplemente podemos olvidarlo?

holocausto antisemitismo judíosEl pasado 27 de enero fue el Día Internacional en conmemoración del Holocausto. En los últimos años, ha habido un fuerte resurgimiento del antisemitismo y parece estar acelerándose. La página de la agencia judía Lucha contra el Antisemitismo afirma: “Con los casos violentos de antisemitismo en aumento en todo el mundo, estamos dedicando más recursos que nunca para eliminar esta epidemia y garantizar la seguridad de los judíos”. Pero, los esfuerzos no funcionan. Un informe que la Agencia Judía, recientemente publicó que encontró que los incidentes antisemitas en los campus de EUA, aumentaron casi un 50 por ciento durante 2022, en comparación con el año anterior.

Peor aún, a medida que pasa el tiempo, la gente se olvida del Holocausto o llega a pensar que fue mucho menos horrible de lo que realmente fue. Esto de, por una parte olvidar lo que sucedió y por otra, propagar el antisemitismo en el mundo, está alcanzando niveles que, a muchos investigadores del Holocausto, les recuerdan la atmósfera venenosa que prevaleció en Europa antes del Holocausto y que eventualmente, permitió que sucediera, si no es que lo aceleró y exacerbó. Creo que tenemos todo el derecho de estar preocupados de que lo ocurrió, pueda repetirse.

Pero, también creo que debemos reconocer que nuestros esfuerzos son inútiles y a menos que los revisemos, las cosas seguirán deteriorándose a una velocidad acelerada. Para cambiar de rumbo, debemos saber en qué dirección girar y para hacerlo, debemos comprender las raíces del antisemitismo.

El antisemitismo tiene una raíz muy profunda. De hecho, está incrustado en las leyes de la naturaleza; es uno de sus cimientos. Permíteme explicarlo.

El pueblo de Israel no es como otros pueblos, aunque quisiera serlo. El mundo nos trata de modo diferente y no hay nada que podamos hacer al respecto, porque la razón de la actitud del mundo está enterrada en lo más profundo, más profundo de lo que podemos ver.

Dos fuerzas impulsan el universo, impulsan la existencia y la creación. Son fuerzas contradictorias que siempre operan una contra otra. La única forma de reconciliarlas es conocerlas y hacer un esfuerzo consciente para aprovecharlas para una causa superior.

En el nivel inanimado, estas fuerzas se manifiestan como oscuridad y luz, primavera y otoño y como fuerzas magnéticas que tiran y empujan. En el nivel animal, se manifiestan como vida y muerte, amor y odio. A nivel humano, se manifiestan como altruismo y egoísmo, dar y recibir, bondad y crueldad.

Dado que son contradictorias, están en lucha eterna. Ambas, tienen el mismo poder, por lo tanto, ninguna «gana». «Toman turnos» para dominar y como resultado, nuestro universo evoluciona y cambia sin cesar.

El humano es la única excepción. En él, gana la tendencia inherente hacia el ego. Si vemos la historia de la humanidad, notaremos que la motivación detrás de los cambios que alguna vez han ocurrido, fue la glorificación de sus perpetradores o de otros impulsos egoístas.

Los únicos que alguna vez lograron elevarse por encima de la tendencia egoísta innata de la naturaleza humana y la equilibraron con bondad, como es el resto de la naturaleza, fueron los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, quienes se unieron “como un hombre con un corazón” y al pie del monte Sinaí fueron declarados nación, la nación de Israel. La nación israelí logró lo que logró, no en bien propio. Lo hizo para convertirse en nación modelo, en prueba del concepto o por así decirlo, en nación emergente.

Sin embargo, como muchas empresas emergentes, la idea de Israel fue genial, pero su producto nunca llegó al mercado. Los israelitas lo lograron por un tiempo, pero finalmente, incluso ellos, abandonaron su propia invención y se unieron al resto del mundo egoísta.

La semilla de amor al prójimo y el compromiso de construir una sociedad con base en responsabilidad mutua y en amar a los demás como a sí mismos, quedó enterrada muy profundo en cada judío, aunque rara vez lo sientan, si es que lo sienten. Aún así, cada judío lleva una chispa oculta de amor por los demás, eso nos pone en desacuerdo con los que quieren seguir siendo egoístas, que es toda la humanidad, incluidos los mismos judíos. Por eso el mundo odia a los judíos y los judíos odian a los judíos más que nadie.

Pero, a pesar del odio, los intentos para aniquilar a los judíos, nunca tendrán éxito. Así como es imposible aniquilar una fuerza de la naturaleza, es imposible erradicar sus expresiones. Además, mientras más prevalece el ego, más se deteriora el mundo y más nos acercamos a otra guerra mundial. La única forma de escapar de otro cataclismo global y de otra ronda de castigo contra los judíos, es que los judíos sean lo que se supone que deben ser: una nación modelo basada en responsabilidad mutua y amor a los demás.

No tiene sentido protestar contra los antisemitas; no les disuadirán ni disminuirá su número. La única solución al odio más antiguo es dejar de ver hacia fuera y empezar a vernos entre nosotros. Tenemos que juntar nuestra cabeza y nuestro corazón en busca de formas de unirnos y alimentar el interés mutuo, a pesar de la profunda división y del profundo odio entre las distintas facciones de la nación. Si lo hacemos, si sólo lo intentamos, se disipará el odio del mundo hacia nosotros y marcará el inicio de una nueva era en la historia de la relación entre el pueblo judío y el mundo.

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Publicado en: Judíos, News

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