Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Churchill y los judíos: Cuestión de destino

Churchill

[Crédito: Yousuf Karsh. Biblioteca y archivos de Canadá, e010751643]

Hace cien años, el 24 de marzo de 1921, para ser exactos, un visitante importante vino a Palestina para presenciar de primera mano, el progreso del esfuerzo sionista de construir «un hogar nacional para el pueblo judío», como se indica en la Declaración de Balfour de 1917. Ese hombre fue Winston Spencer Churchill, en ese tiempo secretario de Estado de Gran Bretaña para las colonias y durante la Segunda Guerra Mundial, su ilustre primer ministro. La Conferencia de San Remo de 1920 le dio a Gran Bretaña el mando de la administración de Palestina y Churchill, un ávido partidario del sionismo, vino a ver cómo se desarrollaba su visión.

A la luz de la resistencia de los árabes palestinos, contra los colonos judíos, Churchill declaró: «Es manifiestamente correcto que los judíos tengan un hogar nacional donde algunos puedan reunirse. Y dónde más podría ser que en esta tierra de Palestina, donde, por más de 3,000 años, han estado íntima y profundamente asociados «.

El aclamado historiador británico Martin Gilbert, autor del libro Churchill y los judíos, incluyó numerosas citas de Churchill. En una de ellas, escribe que una delegación árabe protestó por la expansión del asentamiento judío en Palestina. En respuesta, Churchill le dijo: «Estoy totalmente convencido de que la causa del sionismo, es una que conlleva mucho de bueno para todo el mundo, no sólo para el pueblo judío, también traerá prosperidad, satisfacción y el avance a la población árabe de este país».

De hecho, el interés de Churchill por el éxito del hogar nacional judío fue más profundo que sólo un sentido de la justicia histórica. Su pasión por el sionismo se derivó de su sentido del destino judío con respecto al mundo. En Palestina, que ahora es el Estado de Israel, Churchill sintió que los judíos podían entender su vocación. En consecuencia, durante su visita, dijo: «Mi corazón está lleno de simpatía por el sionismo. Establecer un hogar nacional judío en Palestina, será una bendición para todo el mundo».

Un matiz aún más sorprendente sobre la afinidad de Churchill por los judíos, tuvo que ver con sus juicios sobre la naturaleza de la sociedad judía. He escrito innumerables veces sobre el significado de la unidad para los judíos. Por eras, nuestros sabios han subrayado numerosos momentos en los que la unidad es el núcleo del judaísmo, que el pueblo de Israel se forjó después de que acordaron unirse «como un hombre con un corazón» y que el mundo quiere ver en ellos, ejemplo de esa unidad.

Lamentablemente, con todos sus esfuerzos, nuestros sabios no convencieron a su obstinado pueblo. Tal vez un distinguido miembro de las naciones, que expresó precisamente la misma opinión nos ayude a llegar a un acuerdo con nuestra vocación. Churchill no siempre fue consciente de la importancia de la unidad para los judíos o como él lo expresó; su «espíritu corporativo». Algunos años antes de la Primera Guerra Mundial, conoció a los judíos de Manchester. Según Gilbert, «su experiencia con los judíos de Manchester lo introdujo al énfasis comunal judío, en responsabilidad social y ayuda mutua, eso le causó gran impresión. … Churchill agregó que le había “impresionado mucho… la naturaleza del trabajo que la comunidad tenía en sus manos».

Además, Churchill parece haberse dado cuenta de que, para los judíos, la unidad tiene un significado espiritual profundo, no simplemente beneficio mundano. Gilbert escribe que Churchill «no creía que la gente pudiera unirse en comunidades» a menos que tuvieran algún principio rector. En esa parte de Manchester tenían el espíritu de su raza y de su fe. Les aconsejó que guardaran y mantuvieran ese espíritu. Es algo precioso, un vínculo de unidad, una inspiración y una fuente de gran fuerza».

En una reunión en apoyo del Fondo Hospitalario Judío en Manchester, Churchill dijo, recientemente se ha escuchado mucho sobre la vida corporativa, pero «si vamos a vivir una vida decente en una masa tan grande, deberíamos estudiar la organización corporativa de la sociedad, de una forma que, hasta ahora, no hemos intentado hacer. Tenemos que unirnos con fines definidos». A los ojos de Churchill, la vida corporativa «no valía nada, a menos que hubiera un esfuerzo personal. La mera disposición mecánica de la sociedad en una combinación más grande, sería totalmente estéril, a menos que esas grandes combinaciones, fueran sostenidas por un gran espíritu de interés personal y por una aspiración impersonal». Estaba convencido de que si los judíos pudieran mantener ese espíritu «Podrían crear algo nueva en el mundo. Pudieran traer de los reinos del infinito, algo nuevo a la arena de los asuntos del mundo». De hecho, Churchill estaba tan convencido del poder de la unidad judía que declaró que sería «una palanca que podría eliminar; vicio, enfermedad, tristeza y deseo, eso podría limpiar las asperezas de nuestro estado en el mundo y lo haría tener un valor mucho mayor que cualquier organización oficial estereotipada u oculta».

Además, Churchill se dio cuenta de que la unidad judía en el mundo, podría tener éxito sólo si estaba atada a la esencia espiritual de la unidad judía. Parece que, a sus ojos, esa unidad les hizo ser «luz para las naciones», ejemplo a seguir. En sus palabras, «si tuviéramos que tener una vida corporativa superior, deberíamos tener mayor incentivo corporativo; deberíamos tener un espíritu más grande, un poder de guía más grande. Los judíos eran una comunidad afortunada, porque tenían ese espíritu corporativo, el espíritu de su raza y de su fe». Churchill no «les pediría que usen ese espíritu en ningún sentido estrecho». Él creía que estaba «lejos de su estado de ánimo e intención, lejos de los consejos que les dieron los más aptos, para asesorar. Ese poder personal y especial de guía que poseían, les permitiría traer una vitalidad a sus instituciones, que nada más se las daría».

Al final de su discurso sobre la naturaleza corporativa del espíritu judío, Churchill concluyó con un consejo humorista, aunque severo: «Sé buen judío». Y tal vez para mostrar su aprecio por la unidad judía y el deseo de que los judíos lo compartirían, agregó, en medio de vítores: «Un judío no puede ser buen inglés a menos que sea buen judío».

Es mi deseo que el pueblo de Israel tome el consejo de nuestros sabios y escuche los deseos de las naciones y que forje la unidad que debemos compartir con el mundo. La unidad, por sobre nuestras muchas diferencias, hará brillar la luz que el mundo necesita. Si propagamos esta luz, el mundo abrazará a nuestra nación, por primera vez en nuestra historia.

 

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