Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

¿Qué sucede cuando morimos?

Ocurrió brevemente después de un accidente automovilístico. De pronto abrí los ojos, después del fuerte golpe que recibí, y por una milésima de segundo tuve la sensación de que todo estaba bien. Pero enseguida comencé a sentir que no podía respirar. No tenía aire. Los pulmones se fueron llenando de sangre y en mi cabeza se sucedían muchos pensamientos.

Dentro de todo el bullicio a mi alrededor, escuché la sirena de la ambulancia, gritos en árabe, y en el ángulo del ojo capté a Bentzi y a Senka que estaban acostados a mi lado, con sus rostros sangrando. Entonces, en apenas unos momentos, dejé de respirar y perdí el conocimiento.

Por un momento sentí que estábamos viajando dentro de la ambulancia y por momentos perdía la sensación, y así sucesivamente. Me veía a mí mismo fuera del cuerpo. Parado y observando de un costado cómo el médico presionaba fuertemente su rodilla contra mi pecho, tratando con todas sus fuerzas de despertarme. Parecía que trataba de parar el flujo de la sangre de la cavidad abdominal a los pulmones. No lo veía a través de mis ojos, sino a través de un sentido interno en mí.

Estuve internado en el hospital Hadasa Ein Kerem en Jerusalén durante semanas. Por momentos me despertaba, y una vez apenas escuché al médico gritar: “tienes que firmar el…”. No vi nada hasta que me introdujo una lapicera en la mano, y yo tratando de moverla muy pesadamente escuché decir: “bien, bien”.

Después de la operación, luego de recuperarme y volver al conocimiento pleno, vi su rostro por primera vez. Me contó cómo había llegado al hospital y todo lo que había pasado estando yo en coma. “Pero, ¿por qué me apretaste tan fuerte con tus rodillas?”, pregunté curiosamente. “Estabas clínicamente muerto”, me contestó, “tenía que hacerlo así para que reaccionaras”.

Lo que más me sorprendió fue que todo ese tiempo yo estaba presente, viendo todo como un espectador. Si bien no veía a la gente con claridad, sentía las imágenes que estaban en sombras y coloridas. A la par podía pensar de forma común. Me sentía entre la vida y la muerte. Pero no estaba preocupado, ni con miedo a vivir o morir. De hecho, no tenía preocupaciones por nada; no pensaba dónde estaba, quién me atendía y qué pasaría en un rato. Simplemente sentía.

El temor a la muerte se origina solamente en el fuerte aferramiento del hombre a la vida sin querer soltarse, o en la falta de capacidad de expresar su estado desequilibrado. Pero cuando uno se haya en un estado tal, no tiene miedo de morir o de la incertidumbre sobre lo que pasará en adelante. Simplemente fluye en una corriente especial que lo dirige.

Muchos creen equivocadamente que este fenómeno físico es algo “espiritual”. Pero en realidad, las sensaciones psicosomáticas que ocurren en el ser humano que se encuentra entre la vida y la muerte, están relacionadas completamente a los estados que la mente no puede procesar y dominar: una ilusión psicológica. No obstante en esos momentos uno se siente libre de la sensación de pertenecer a un cuerpo material; pero la próxima libertad del cuerpo, la desconexión temporaria de los sentidos corporales y la conciencia mental de este estado no indica que haya adquirido una vida espiritual. La vida y la muerte existen únicamente en la percepción actual  de la realidad del hombre, y no en la dimensión espiritual.

Según la Sabiduría de la Cabalá, hay vida o muerte. No hay un estado intermedio “muerte clínica”. Según la Torá, la muerte significa la falta de latidos en el corazón de la persona o de respiración en su nariz. La pregunta entonces es: cuando deja de latir el corazón o se corta la respiración y el cuerpo muere, ¿qué nos ocurre en el momento de cerrar los ojos?; ¿sigue el alma viviendo después de la muerte?; ¿a dónde va?; ¿sigue merodeando por este mundo o se traslada a otra dimensión? O más aún, ¿pertenece el alma al cuerpo?

Desde siempre la muerte fue uno de los secretos más ocultos y temidos que los hombres tuvieron que enfrentar. La ciencia cuenta con miles de testimonios sobre vida después de la muerte, pero ninguna prueba que pueda corroborarlos. Por eso, muchas preguntas quedaron pendientes sin respuesta, y la razón es bien simple: la mayoría de quienes la buscaron, lo hicieron en el lugar equivocado.

Me dedico a la Sabiduría de la Cabalá hace más de cuarenta años y vi cómo mi maestro, el cabalista Rabí Baruj Shalom HaLevi Ashlag, jamás necesitó respuestas para estos temas. Su padre, el cabalista Rabí Yehudá Ashlag, conocido como Baal HaSulam, dijo más de una vez que no le importa dónde enterraran su pila de huesos. Los cabalistas jamás prestan importancia al cuerpo humano. Para ellos estaba bien claro que el espíritu que se encuentra en el cuerpo, el alma, es lo principal.

Los cabalistas cuentan que el alma del hombre pasa por muchas reencarnaciones dentro del cuerpo en “este mundo”. Durante estas etapas de vida, aún es sin conciencia espiritual, mientras que el deseo del hombre va creciendo con la evolución de sus deseos corporales de comida, sexo, familia; luego con el desarrollo de los deseos humanos de dinero, honor y conocimientos. En otras palabras,  uno va acumulando experiencia y conocimientos, y adapta para sí las cualidades de este mundo.

Después de haber colmado sus deseos corporales, durante los diferentes ciclos de reencarnación, pero sin lograr alcanzar una satisfacción, un llenado y un placer pleno y perdurable, se desarrolla en él una nueva necesidad: el deseo de una forma de existencia más elevada. El deseo de llenar el alma, que hasta ahora estaba en un estado de coma dentro del cuerpo.

Entonces uno sale a un viaje de búsqueda en el que finalmente llegará a la Sabiduría de la Cabalá. Los cabalistas, investigadores de la realidad, escribieron con precisión qué debemos hacer con el nuevo deseo -con el alma que se despierta en nosotros- para salir del ciclo de vida y muerte del ahora y aquí. Lo más sorprendente es que determinaron que no es necesario morir para conocer “el próximo mundo”, sino que es posible y se debe llegar a esa sensación aun en vida. O como ellos lo dijeron: “verás tu mundo en vida”.

Es importante comprender que alguien que no haya desarrollado su alma durante su vida, no tiene la sensación del mundo espiritual aun cuando muere. Se queda con ese punto potencial embebido en cada persona al nacer, y por eso deberá regresar a este mundo y desarrollar una vez más su alma.

Quien ya haya desarrollado su alma, siente los dos mundos a la par. Este mundo se percibe a través de los cinco sentidos; y el mundo espiritual (denominado “Próximo mundo”) se percibe a través del alma. Cuando el cuerpo deja de existir, deja de sentir este mundo a través de los cinco sentidos, pero su alma y su sensación del mundo espiritual se mantienen. Por eso, no teman a la muerte o a la vida después de la muerte, ya ahora nos consideramos “muertos”. En cambio, preocúpense de implementar la oportunidad que se les ha dado de salvarse de una vida cuyo final es obvio.

 

(Fotografía: Reuters)

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